Hace dos años, la nochevieja de 2011, publiqué una entrada en este mi/vuestro blog en la que me despedía del año que acabábamos: "Adiós 2011" se llamó aquél post. La titulé así con desdén, con desgana, casi con desprecio, como cuando te despides de alguien que no ha hecho nada más que darte disgustos y que no quieres volver a ver nunca más. En ella le reprochaba al año lo duro que había sido, lo difícil que había resultado mantenerse agarrado a una cuerda que cada día se tensaba más y más. Pero también escribí de mis ganas, mis ilusiones, mi esperanza en el futuro más próximo. Le agradecí, a mi manera, la parte positiva que, en mi opinión, había tenido. Y, sobre todo, me despedía con un "bienvenido 2012" cargado de esperanza, que le daba una patada en el culo al año viejo y le abría los brazos al nuevo con la ilusión de un niño.
El 2012 no dejó ganas ni de despedirse de él. A este 2013 que se nos va le retiré el saludo hace meses; que no espere un abrazo de despedida. Y lo peor es que están siendo años para olvidar, de los que nos acodaremos para los restos.
Hoy me gustaría hablar del 2014. Me gustaría hablar bien, aún a riesgo de equivocarme. Cuando uno habla de quien no conoce, las probabilidades de no estar en lo cierto son altas. A veces las apariencias engañan.
Aquél adiós de 2011 hablaba de que tenía la sensación que se había producido un punto de inflexión, que la actitud y disposición de la gente comenzaba a ser otra. Creo que así fue. También creo que no se supo captar y aprovechar. Los mandamases, gerifaltes de todos los ámbitos, castas políticas, económicas y controladores de riendas diversas estaban en su propio punto de inflexión. En su mundo, sin importarles el nuestro –en enero dediqué una entrada a hablar de ello: "Su mundo, nuestro mundo"–. Esos dos puntos de inflexión nos han alejado aún más. Espero que 2014 nos pueda brindar un punto de inflexión común. [Esta última frase no me la creo ni yo, pero he dicho que iba a hablar bien del año nuevo y no me está saliendo, perdón].
No se me da bien hablar por hablar, las manidas cantinelas de estas fechas se me dan fatal. Hoy he visto llorar a un tío de dos por dos. Sí, un hombre tan grande como un armario ropero, llorando como un niño. Ya, ya sé que son fechas de amor, de felicidad, de hermandad entre los hombres... De comer turrón y cantar villancicos, pero es que... hay que joderse.
Mi deseo es que 2014 le dé la razón al gobierno y comience a sacarnos de esta interminable crisis. Ojalá 2014 le dé a los políticos algo más que la confirmación de que el camino económico que han cogido es correcto. Les dé algo de sensatez y tiempo para la reflexión que les haga ver que los extremos no son buenos. Que les dé la honestidad suficiente para gobernar sin pensar en las próximas elecciones. Que nos dé a todos la sensibilidad suficiente para acordarnos que en este país hay hombres de dos por dos que lloran de impotencia, de desesperación. Que nos dé lucidez para buscar ese punto en común que tanta falta hace. Que haga ver a esa gente que habita ese otro mundo, que el nuestro existe; que se acerquen a vernos, que no mordemos. Que a mí también me dan ganas de arrancarme los ojos para no ver hombres que lloran, pero me aguanto y me pregunto qué está pasando. Mi deseo es que ellos también se lo pregunten y acerquen, aunque sea un poquito, su mundo al nuestro.
Hoy le doy la bienvenida, con los brazos abiertos, al 2014. Mi deseo es que el 31 de diciembre, cuando se extinga su llama, pueda mirarlo a los ojos sin rencor, darle un abrazo de despedida y susurrarle al oído que ha merecido la pena conocerle.
Mis mejores deseos para todo el mundo, en este año que está a punto de comenzar; para
todos los mundos, de todo corazón.