Hoy fuimos a una consulta con la pediatra endocrinóloga de B. Por primera vez la vimos por parte de la atención médica pública. Espero mañana sentirme contenta porque de alguna manera echamos a andar la cobertura para su hormona y para los estudios que hay que hacerle. Estoy agradecida por eso, pero el agradecimiento no me alcanza para sentirme contenta: me siento mal.
Primero, físicamente mal porque fue un día muy pesado. Anoche dormí poco y luego de batallar llevando a B y a nuestra maleta de camión en camión, llegué a la casa enferma. También tengo alergia, pero normalmente no ocupa mi atención: hoy sí: entre una cosa y otra, terminé noqueada.
Luego, me siento culpable por la irritabilidad y el nerviosismo de B. La doctora le suspendió el tratamiento hormonal por seis meses, cuando le conté cómo ha andado de nerviosa y con problemas de sueño. Dice que mientras las niñas mayores aceptan las inyecciones motivadas por crecer, las niñas chiquitas se sienten agredidas por el piquete y eso puede "ponerlas mal", aunque lo hagamos mientras duerme. Sin embargo, no mencioné y no dejo de pensar que tal vez lo que tiene irritable y nerviosa a mi niña es que yo soy irritable y nerviosa. Eso me hace sentir mal; mucho más mal que el cansancio y la nariz tapada. Le doy vueltas: pienso que esta madre es la que ha tenido siempre y que así de irritable solo está hace unas semanas; pienso que por más defectuosa que sea, soy una mamá que se ocupa de ella y eso es bueno; es decir, que trato de aclararme las cosas y sentirme bien; pero me siento mal.
Silvia Parque