Es ése que te lleva a verlo todo de un tono azulón, melancólico, suave, agradable, nostálgico y acogedor. Dependiendo de tus circunstancias, lo desearás o lo detestarás, pero no podrás evitar que parte de él te rodee y te abrace en forma de amistad, de puntual comprensión, de hospitalidad, de llamada inesperada o de invitación a la mesa.
Es ése que te mueve a gastar más de lo debido en forma de regalo, para hacer felices a quienes más te importan, porque sabes que lo merecen y harás el esfuerzo con una sonrisa. Es también ése que te calla cuando te provocan, te apacigua cuando te alteran y te solidariza cuando ves a otro sufrir.
El espíritu navideño está por encima incluso de credos religiosos, ya que la ética, la honestidad, la generosidad, el amor y el deseo de ayudar al prójimo, son valores universales que alcanzan a cualquier bien nacido, créase la Biblia o no. Para mí es ocasión, tradición, reunión, familia y buenas vibraciones. Las posibles ayudas o colaboraciones, de haberlas, quedan en secreto… como siempre debería ser en todos los casos.
Y en este ambiente que -por fortuna- impera en mi casa, hicimos mis niñas y yo una sesión de fotos muy poco profesional, pero con muchas risas y escaso sentido del ridículo.
Os dejo un botón de muestra y me reservo “las mejores” para otra ocasión… Espero poder contagiaros un poquito de ese espíritu. Ojalá.
