Con los últimos datos del Banco de España publicados sobre los créditos dudosos, se puede decir que la intuición es más que justificada. Promotores inmobiliarios y constructores deben a la los bancos cerca de 392.000 millones de euros. De ese dinero, ¿ cuánto es dudoso, es decir, que acumula tres o más meses de impagos ? Nuevamente la intuición no falla, 86.748 millones, o lo que es lo mismo un 22,1%. Una cifra muy grande. Sólo para hacerse una idea de la magnitud, el hachazo prometido el viernes por Rajoy a los socios europeos hasta el 2.014 es sólo un 17% más grande de lo que los bancos y cajas están dejando de cobrar por los efectos de la caída del ladrillo. Pero aquí no acaba la cosa, si las promotoras no tuvieran a bancos nacionales y extranjeros como principales inversores, el porcentaje de dinero dudoso sería muchísimo mayor. A título de ejemplo, el capital social de Inmobiliaria Colonial, se encuentra dividido de la siguiente manera: Royal Bank of Scotland ,19,9% de la compañía; Commerzbank AG , 19,9%; Credit Agricole, 19,7%; Coral Partners, 14,7%; CaixaBank, 5,8%; Goldman Sachs , 4,9% y el Banco Popular un 4,6%. Un círculo vicioso de dinero que se debe y que no se cobrará nunca, pero que nadie tiene el valor de aceptar.
Mientras, seguimos mirando el esqueleto de cemento y ladrillo, y nos preguntamos por qué tienen siempre que pagar los platos rotos los mismos. Pagamos mejor que nadie, "sólo" un 3% ( 18.326 ) de los 608.763 millones de las hipotecas familiares son dudosos, teniendo que hacer esfuerzos titánicos por tirar adelante; pero quizás por eso, por ser tan buenos gestores, nos hayan elegido también como los destinados a resolver los problemas macroeconómicos.
No sé que me duele más, que nos humillen repitiendo eso tan cacareado de haber vivido por encima de nuestras posibilidades, o saber que a pesar de todo el dinero extra que nos extirpen por culpa de la Crisis, el esqueleto de cemento y ladrillo va a seguir ahí. Ni lo tirarán, ni se terminará, simplemente irá almacenando suciedad y criando ratas, como un icono perfecto de la codicia y la estupidez humana.