El tiempo es una extraña criatura. Corre delante de ti, esquivo e incansable.
Te tiende su mano como haría un atleta con el relevo y nunca terminas de alcanzarlo, con la lengua fuera y la mirada perpleja. Porque mientras tú corres tras él, sonríe indiferente con ese palito que te muestra cual zanahoria. Y tú te agotas y él sigue tirando y riendo, tirando y riendo...
