Esta bella y maravillosa vida.

Para mí, lo es. Para ti, seguramente, también. Con todo y con casi nada. Con pesares y alegrías. Con sonrisas y sin ellas. Con todos sus días: los buenos, los malos y los regulares. La vida es maravillosa, George. La vida es bella, Guido. Y nosotros, tú que me lees y yo que te escribo, somos unos afortunados.

Y digo esto durante una de esas épocas absurdas en que las iniciativas (como ya le ocurriera al noble George Bailey en su película) mueren antes de ver la luz. Y lo hago porque sería injusto, en mi caso, como en el de tantos, quejarse. No tengo ese derecho (ahora lo sé), y no lo ejercitaré. Habrá días grises, incluso negros, en los que me preguntaré el porqué de tanta casualidad inoportuna, pero entonces me dedicaré esa “atención plena” que algunos llaman “mindfulness“ y lo entenderé todo. Autoconocerse, sin paliativos, no es apto para cualquier público. Puede ser muy duro verse tal cual se es, y entender por qué la vida te trata de ese modo concreto… pero resulta sanador, sin duda, y se aprende muchísimo con ello. Únicamente se requiere honestidad, y valentía.

Ahora intento (no mueras, posibilidad) dar vida a mi nonato “DEMENTALES”, y a la espera estoy de una respuesta que confirme mi creencia en el ser humano, en las nuevas oportunidades, y en los días azules de la mediana edad. Siempre hay que tener un proyecto en la guantera, sea cual sea, porque eso reduce expectativas a la envidia y a los celos. Y siempre, también, hay que tener claras las prioridades: hacerlas valer y saber.

Ser auténtico, en definitiva, te compren o no. El señor Bailey lo probó, le amargó, y -por último- le supo muy dulce ser así. Al señor Orefice, en cierto modo, también. La nobleza, la valentía, el sacrificio, la generosidad,  la dignidad, y el amor leal no parecen estar de moda, pero aun así…  esta vida bella y maravillosa no responde solo a la ficción. Es una realidad que valorar, recordar, y agradecer a diario. Además… ¡a los quejicas no los quiere nadie! 😀  

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