—¿Qué haremos ahora? —preguntó Patricia.
—Busquemos al culpable —propuso Pablo, creyéndose Frederick Abberline.
Ignacio no dejaba de sollozar.
—La mejor forma de honrarlo es dar a conocer su legado por todo el mundo —dije.
En silencio todos asintieron. Luego nos separamos.
...Y así comenzó la leyenda.