Todos hablan de él y pocos lo defienden. La política debe buscar el modo para satisfacer las necesidades de todos, el bien común. El estado del bienestar es la frontera mínima de la paz social en el sistema profundamente injusto en que vivimos, que se fundamenta en el uso del hombre, su explotación, la búsqueda de beneficio a cualquier precio... El estado del bienestar se fundamenta en el gasto social, el impuesto equitativo y los servicios públicos. Hoy hay mucho interés en que ese gasto aparezca como el responsable de la deuda pública, se insiste en que es derroche y lleva a la bancarrota de los estados. Cómo va a ser derroche repartir, favorecer que se pueda tener seguridad y una vida digna, una educación pública con recursos y una sanidad universal. El gasto social se recorta para reducir la deuda y la deuda crece porque es el resultado de la mala gestión, la corrupción de los gestores y la especulación de los mercados. Y detrás de cada cosa hay un hombre o un grupo de hombres enriqueciéndose y esforzándose en que todo siga igual.
Esto lo sabemos todos y todas, y aún así caemos en la trampa de creer que un gobierno que fomente el gasto público nos llevará al desastre. El miedo, los estado rehenes de los mercados, la crisis permanente, los partidos como fines en sí mismo y no medios para la acción política, etc..., es lo normal, no hay otra posibilidad y plantearlo es radical y genera inestabilidad.