Lo vengo discutiendo desde hace días conmigo misma y con quienes aún me escuchan: ¿para ser hay que estar? Para ser escritora, quiero y he querido decir siempre…
Me explicaré: a mí que si me ha gustado el oficio de la escritura ha sido por su particular y aneja condición de aislamiento y soledad, entre otras, me está pareciendo que para ser plumilla medio reconocido (o medio tenido en consideración), hay que estar en cuantos más eventos, presentaciones, exposiciones, exhibiciones y fotografías se presten al asunto. Si no estás, no eres, podríamos resumir. Hay que retratarse…
Yo no soy especialmente sociable, pero en mi defensa alegaré que me lo estoy tratando con éxito… Siempre he creído que esto de la imagen, de los piropos a tutiplén entre colegas, de los abrazos y besos más o menos sinceros, del peloteo mediático, era cosa de profesionales del mundo del espectáculo, y que nada tenía que ver con el oficio de narrador, pero poco a poco me voy dando cuenta -mi reclusiónJuanjonecesitounaescapadaya me inclina a la observación- de que estaba y estoy equivocada. De hecho existen personas que están más que son, y a la hora de publicar esto multiplica su valor de mercado. No citaré ejemplos de sobra conocidos.
Solitaria, atea, progresista, precavida, sin folclore o ranciedad, responsable y (para colmo) fiel… ¿Alguien cree que en una ciudad como Sevilla una mujer así tiene alguna posibilidad? Que nadie se ofenda con la ironía: yo sigo confiando en que sí, aunque -como decía el genio- estos son mis principios, pero si no les gustan, tengo otros…