He tirado a la papelera el papel de fumar y el guante de cirujano, en el que envolví mis manos para intentar minimizar los daños (y evitar crear más adversarios de los que me parecen convenientes, de uno u otro bando). Y voy a poner en negro sobre blanco mi opinión y mi posición.
Zapatero fue quien inició el despropósito. No sé el nivel de ignorancia con el que prometió aquello que no podía prometer. Igual se imaginaba que de vuelta le vendría un corderito bendecido. Yo estoy convencido de que prometió, frívolamente, es verdad, la puerta trasera para tensar el espacio constitucional, evitando entrar al fondo del asunto. Tengamos en cuenta que cualquier demanda anticonstitucional es ilegal, aunque no sea necesariamente un delito. Porque, como decía el otro día, la Reforma Constitucional es un procedimiento que está arbitrado y existe, aunque resulte ciertamente farragoso.
Estoy convencido de que todas las fuerzas políticas catalanas sabían que hay aspectos del Estatut finalmente redactado que son anticonstitucionales. Pero prefirieron seguirse manejando por la puerta trasera, con la estrategia EPC (Exportación de Patata Caliente) al grito de "Que se quemen ellos".
Zapatero escogió la salida de "Sostenella y no Enmendalla", para no faltar a su frívola promesa. Y desplegó sus poderes en el Congreso para que el texto fuera aprobado. A sabiendas de que hay aspectos del Estatut que no caben en la redacción actual del texto Constitucional.
Decía que el PP cometió el error de denunciar el texto como anticonstitucional. Posiblemente no fue un error, sino que, dadas las circunstancias de lo que se aprobó en el Congreso, no le quedó otro remedio que asumir ese papel en el encaje político. Sin las enormes presiones políticas (a favor y en contra) seguramente el TC hubiera emitido un fallo en unos meses, y se habrían minimizado los daños. Pero cuatro años dan para mucho desarrollo normativo de un Estatut impugnado, que ahora se queda en el alero. Y Zapatero parece haber prometido, otra vez, una puerta trasera.
Hasta aquí la parte político-legal. Pero, ¿qué significa de verdad el Estatut para la población catalana?. Yo creo que, más o menos para el 80% de la población en Catalunya, el debate sobre el Estatut es un juego frívolo, e interesado, de los políticos en ejercicio. Que sirve para enmascarar, disimular o directamente esconder lo que constituyen las inquietudes reales de los ciudadanos en Catalunya. Esta proporción se ha puesto de manifiesto en los (ilegales e inútiles) referéndums realizados en diversos ayuntamientos de Catalunya, sobre la cuestión nacional. La participación creo que en ningún municipio ha superado ese 20%. Eso sí, la inmensa mayoría (>90%) han votado a favor de las iniciativas de tipo separatista. Lo que significa que los que piensan diferente ni siquiera se han preocupado por el tema.
Ya lo he dicho en otro lugar, pero lo voy a repetir aquí. El sentimiento nacionalista es noble por naturaleza, y más o menos todos los ciudadanos lo tenemos en mayor o menor medida. Unos piensan que lo mejor es su pueblo, otros que su comarca, algunos su provincia o región, otros que su país. Y todos opinan que para morcillas las de su zona, y paellas las de mamá. Sin embargo, el nacionalismo político siempre (me temo) defiende intereses bastardos. Porque instrumentaliza sentimientos básicamente nobles para defender aproximaciones a menudo inconfesables. Y se utiliza para identificar a un enemigo común, lo que evita que ande la gente remirando debajo de las alfombras. Recordemos sólo lo que intentaba ocultar la ola nacionalista que barrió Argentina cuando la Guerra de las Malvinas.
Cuando yo vivía en Barcelona, conocí algunos simpatizantes o partidarios de Esquerra Republicana de Catalunya. En esa época, ERC era un partido político de tipo testimonial, que simplemente vehiculaba el sentimiento nacionalista o incluso separatista, de unos pocos en Catalunya. Pero, claro, cuando, contra toda esperanza, tocó poder con el Tripartito, desarrolló de modo casi inmediato todos los tics más nefastos del nacionalismo político.
Cuando alguien se enfunda en la bandera, no está para nada. En particular, para nada de lo que realmente interesa y preocupa a los ciudadanos: la crisis, el empleo, la gestión honrada (y honesta) de lo público, etc.
El objetivo del nacionalismo político es básicamente insolidario, y persigue la llave de la caja, para que se beneficien sus amigos, y no los amigos de otros.
Ahora se está en Catalunya prácticamente en precampaña electoral. Y (casi) todas las fuerzas políticas están convencidas de que el nacionalismo exacerbado les hará ganar votos. Que se lo hagan mirar, porque el desinterés del ciudadano por esa política puede llevar la abstención a niveles nunca vistos hasta ahora (creo que por encima del 50% con seguridad).
De todas formas, si algunas fuerzas políticas catalanas quieren negociar un nivel de autonomía superior al contemplado actualmente en la Constitución, luz y taquígrafos, que se lance un proceso de Reforma Constitucional. No creo que ninguna fuerza pueda soportar eso sin un deterioro electoral que no se pueden permitir.
Pero las puertas traseras siempre sugieren sodomía.
JMBA