GALLINAS
Pedro, el mantúo*, entró cabizbajo en la iglesia, se dirigió al confesionario, se reclinó y dijo: Padre, confieso que he pecado. En ése momento, Don Segismundo, el párroco, salió del confesionario y le dijo a Pedro ¡Hombre no te preocupes! ¡Acompáñame! ¡Verás cómo acabamos con ésos pecados!
Segismundo, el párroco, empujó una falsa pared, que se abrió y les dio paso al ring parroquial ¡Ponte cómodo!, allí tienes unos calzoncillos amarillos, los guantes rojos y las zapatillas moradas–le dijo el párroco al mantúo.
Una vez convertidos en boxeadores, el mantúo y el párroco, comenzaron a moverse por el cuadrilátero como si tuvieran resortes en los pies. Segismundo, el párroco, era famoso en la comarca por su derechazo fulminante. A Paco, el mantúo, le temblaban las canillas. No podía imaginarse que, irse a la era con Mariana, la porquera, le fuese a costar semejante paliza.
Las viejas del pueblo, todas de negro y alrededor del cuadrilátero, gritaban como posesas y alababan al párroco, que se quitó los guantes y bajó a que le besaran la mano. Mientras, el pobre mantúo, más mantúo que nunca, yacía en el centro del cuadrilátero: el tabique nasal roto, la ceja izquierda abierta, la boca ensangrentada…, horrible.
Unos monaguillos se llevaron a Paco, el mantúo, más mantúo que nunca, a su casa. Las viejas se quedaron dormidas como si fueran gallinas apiñadas sobre el palo de un gallinero. Y Segismundo, el párroco, volvió a ponerse la sotana y reinició sus quehaceres.
Rufo, el herrero, entró cabizbajo en la iglesia, se dirigió al confesionario, se reclinó y dijo: Padre, confieso que he pecado. Mientras, de la calle entraban voces de vecinos que celebraban el resultado de las Elecciones Generales, y gritaban vivas a la República.
* Palabra extremeña. Triste, alicaído. Se aplica al ganado. Ejemplo.: un pollo mantúo.
Alberto Villares.