Ileana de Tenemos Tetas acuñó termino: Crianza Corporal! No puedo estas más de acuerdo, de ahora en adelante me oirán hablar de la crianza corporal!
Sobre la crianza y la maternidad mucho más de lo que brillante y maravillosamente ha expuesto Ileana no creo que pueda decir. Sin embargo siento la necesidad de compartir porque me llega tan hondo.
Para ello tengo que hablar desde las enseñanzas que me ha dejado mi otro gran maestro, el teatro. Soy actriz y mi búsqueda profesional ha estado más ligada al enorme potencial del teatro como herramienta pedagógica y de transformación personal y social que a lo artístico (aunque el escenario siempre me seduce), durante varios años estuve trabajando desde el teatro con víctimas del conflicto armado colombiano en procesos de paz como cultura. Un trabajo tan complejo, como apasionante, dónde el fin nunca fue artístico sino de exploración y búsqueda en la propia historia personal, en las vivencias, creencias y discursos construidos, en las raíces y alcances de los diferentes “personajes” que hemos ido elaborando para poder sobrevivir.
Dentro de los talleres y procesos en terreno que fui acompañando, me encontré con grandes aprendizajes de vida que me conmovieron y me cambiaron la forma de ver el mundo, uno de ellos, radical y profundo: que las víctimas son victimas mientras se ven así mismas de esa manera, en tanto se piensan y se viven como tal. No quiero decir con esto que la gente no sufra de violencia, ni de atentados (de orden físico, emocional y mental) contra su existencia y dignidad, pero hay una gran diferencia entre esto y el hecho de sentirse víctima, vivirse como tal y cargar con el peso que ello implica.
Tal vez la herida más grande que deja el sufrir actos de violencia es cargar con esa sensación, porque ésta nos invisibiliza, nos paraliza, nos deja impotentes y con en el tiempo puede incluso transformarnos en victimari@s, aunque parezca ilógico, ejercer violencia parece el derecho de quienes la han sufrido. Para desarticular esa lógica es indispensable bucear en aquello que vivimos, darle cuerpo y voz, plantarle cara al dolor y saber que aunque es nuestro no somos nosotr@s. El cambio de visión no lo produce la razón, ni la explicación teórica, lo genera el cuerpo que reconoce y resignifica, porque es allí donde anida la herida y la cura. Lo que pasa por el cuerpo se apropia, “se hace carne”.
He tenido la suerte de asistir (y vivir) a profundas transformaciones cuando el cuerpo se puso en juego, cuando a través del juego y la vivencia corporal las personas se acercaron a sus zonas de conflicto, sus tabúes, heridas y miedos profundos y así en medio del juego generalmente acompañad@s por la risa y el llanto pudieron dar un paso hacia adelante y correr las fronteras de aquello que creían su yo y que l@s limitaba, arriesgándose sin más (en un ambiente se seguridad y confianza) a resignificarse y resignificar al otr@. Desde entonces aprehendí que el cuerpo es un gran maestro.
El cuerpo pide y da lo que la razón niega, he visto como un impulso de amor se transformaba en violencia, porque la estructura mental de la persona no avalaba el contacto y el cariño como una opción viable y he visto también diluirse esa creencia a partir de escuchar el cuerpo, darle protagonismo indagando en nuevas formas de vinculación y canales de comunicación dónde la razón no tuvo la palabra. Y eso, me hizo entender la distancia, a veces insalvable que hay entre lo que quiero y necesito y lo que creo y hago; que en el vinculo con el/la bebé, se traduce en la distancia entre el amor que tu necesitas (contacto, presencia, permanencia, fusión) y el que yo creo que necesitas y/o puedo darte.
No denigro de la razón, como capacidad de pensar, cuestionar, indagar, si no de ese lugar conservador, rígido y miedoso que genera verdades absolutas y que se alimenta de si misma para poder sobrevivir. Creo que la conciencia surge cuando la teoría se hace cuerpo.
Creo, además que el cuerpo da realidad, contundencia y profundidad. El cuerpo en su sabiduría primaria aún sabe de amor sin límites, ni condicionamientos, sabe de incondicionalidad, creatividad, calor, presencia y permanencia. Es un espejo de lo que somos y vivimos, pero también la semilla de aquello que podemos ser.
Desde que devine madre, mi cuerpo pidió contacto, amor, presencia y mi razón límites, normas, control… me quedo con el cuerpo. L@s bebés necesitan de un amor real repleto de hechos y calor y el lenguaje que entienden es el del cuerpo, no entienden de discursos ni excusas retóricas, entienden de presencia y permanencia.
¡Qué viva la Crianza Corporal!