Estrés

Publicado el 13 septiembre 2010 por Onomatopeyistas

— No puedo, de verdad que no puedo. No me da tiempo. Estoy agobiada. No puedo más. Llevo todo el día de un lado para otro. ¿Dónde tengo mis papeles? ¿Mi agenda? ¿No teníamos hoy una reunión muy importante?
— Sí. A las ocho de la tarde. Todavía quedan cinco horas.
— ¿Sólo cinco horas? Dios mío, no me da la vida. De verdad que no me da. Siempre haciendo todo lo que los demás no quieren. Lo que al final yo tengo que solucionar.
— No, tú haces lo mismo que todo el mundo.
— ¡Ja! Y tú que te lo has creído. No he parado desde que me he levantado.
— Yo tampoco. Pero es que eso es realmente lo que hay. ¿Para qué quieres horas muertas?
— Para comer, para descansar, para desconectar un poco de toda esta mierda. Me va a estallar la cabeza y no sé dónde coño he puesto mis papeles.
— Tranquila, los tendrás por algún sitio. Son unos papeles. Tranquilízate. Creando tormentas no encontrarás desiertos.
— No me digas que me tranquilice. Diciéndome eso sólo consigues que me ponga más nerviosa.
— Vale.
— Pero es que al final todo lo tengo que hacer yo, ¿sabes? Todo el mundo se queda de brazos cruzados y soy yo la que al final tiene que sacarles las castañas del fuego.
— Pero estando como estás tan ocupada, ¿cómo tienes tiempo para ver qué hacen los demás?
— Porque todo el mundo ve quiénes realmente tenemos todo el día ocupado y quienes se quedan en casa bebiendo cerveza. Eso está claro.
— ¿Yo me cruzo de brazos?
— No. Bueno, no, tú no. Quizás a veces. Sí, sólo a veces. Pero es que, la verdad, me pone de los nervios que te tomes todo con tanta tranquilidad.
— No es tranquilidad, es sosiego. Estando contigo me canso. De verdad que me canso. Siempre llegas resoplando, sujetándote el pelo o con un café en la mano. Verte hace que me sienta fatigado.
— Pues perdóname, pero yo soy así. Ya me conoces. Necesito tener todo bajo control.
— Qué pereza.

Imagen: Michael Josh