Estudiar a distancia (II)

Publicado el 29 noviembre 2011 por Esther
(...) En mi caso concreto, y por una vocación jurídica que nació en mis primeros años de carrera presencial, decidí iniciar la aventura de mis estudios universitarios a distancia en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia). Para mí era un terreno totalmente desconocido. Pronto me empapé de su metodología, de su sistema de exámenes presenciales, de sus tutorías presenciales (voluntarias) en el Centro Asociado de mi localidad (nunca he asistido), de sus cursos virtuales. Una vez matriculado, cada asignatura presenta una guía didáctica en la que se indica el temario a tratar, la bibliografía pertinente y el modelo de examen. Los libros son muy extensos y el susto es muy grande cuando descubres que todo es materia de examen y que, por lo tanto, cualquier epígrafe puede caer como pregunta de evaluación. Si no eres disciplinado, la UNED no es tu universidad. He tenido que hacer verdaderos esfuerzos memorísticos para abarcar materias interminables y complejas, con los tecnicismos característicos del lenguaje jurídico y el añadido de la comprensión lógica de los casos prácticos que se incluyen en el examen (en la mayoría de las asignaturas). Para quien sienta curiosidad, mis notas siempre han sido muy buenas y en la UNED también he logrado matrículas y sobresalientes pero mi esfuerzo ha sido sobrehumano y aún me quedan muchas lágrimas y mucho estudio por delante. Una asignatura en la UNED equivale a meses de estudio concienciado y concentrado. He tenido que renunciar a unas cuantas asignaturas por falta de tiempo material para estudiar y eso resulta muy frustrante. Quizá porque siempre me he exigido demasiado. Pero he de decir que lo mejor es matricularse de un mínimo abarcable de asignaturas porque es preferible aprobar unas pocas con buena nota (o con un cinco raspado, que en la UNED es un verdadero mérito) antes que ir a por todas y no presentarse a ninguna con el desgaste añadido de haber estudiado sin resultados. Expreso esta opinión porque lo he vivido así. Si no tienes un control, abandonarás o tu proyecto se convertirá en prácticamente inviable por el elevado número de años que deberás invertir (a no ser que se tenga ya un trabajo y se estudie por puro placer). De acuerdo a mis pautas y a mis experiencias anteriores, yo he valorado mucho la posibilidad de un estudio autodidacta y de forma aislada porque necesitaba un cambio con respecto a la presencial y porque creo que no hay mejor forma que aprender que la de una asimilación correcta de los contenidos a través de la comprensión y una estrategia centrada en la memorización de la teoría, imprescindible para afrontar un caso práctico. La gran ventaja es la eliminación de la toma y cotejo de apuntes y su sustitución por un libro ya dado, el referente que tendrán en cuenta los profesores del departamento pertinente. Es tu obligación fijar unos horarios de estudio diarios porque la desidia se puede convertir en la peor de tus compañeras. Jamás recomendaría la UNED para los más jóvenes, a no ser que no tengan más opción. Lo digo por su dureza y por la extensión de los temarios. Pregúntale a un alumno de derecho de una universidad presencial cuántos folios tiene de media para cada asignatura y la diferencia es brutal si lo comparamos con la UNED. No en balde tiene esta universidad tan buena fama y de ella han nacido grandes opositores y grandes ejemplos de superación. Sí he de confesar que echo de menos el compañerismo y el intercambio de impresiones, la disponibilidad de un tutor que te anime con un gesto o escuchar mi nombre y apellidos de un profesor que me conoce y ha visto mi evolución. Pero la corrección imparcial de un examen en el que no se tienen en cuenta ni trabajos, ni asistencia a clase ni participación activa es una de las consecuencias inevitables del estudio a distancia. Quería aprovechar estas líneas para mandar un abrazo muy fuerte a todos esos valientes que afrontan la misión de estudiar en la UNED, con sus familias, sus trabajos, sus miedos, sus fobias, sus fracasos, sus angustias, sus altibajos. Me quito el sombrero y reconozco su mérito, más allá de los suspensos que minan la ilusión por momentos o de los aprobados que saben a gloria. Poco a poco, que la meta se ve cada vez más cerca. Como siempre he dicho, no quiero un título para colgarlo en la pared, sino para demostrar mi valía en una sociedad que exige tanto, en un mundo en el que, tarde o temprano, estar preparado académicamente se premiará como el mayor de los logros.