Hace meses le hice una estufa a B con una caja de cartón. No tardó en "intervenirla". Ya era muy sencilla, así que no había modo de que la echara a perder... Jugó con ella más por invitación mía que por otra cosa; la dejó pronto: podía cocinar y hornear todo el día, pero no en su estufa.
Estando en la casa donde vivimos ahora, con menos espacio del que habitábamos, decidí regresar la caja a su destino de contenedor. Sin embargo, B la descubrió y la reclamó. Como el "área de juguetes" está llena, se me ocurrió ponerla junto a la estufa verdadera, confiando en que podría arreglármelas para que B no jugara ahí cuando dicha estufa verdadera estuviera encendida. No fue difícil porque de nuevo le hizo poco caso: ocasionalmente metía y sacaba algo del "horno", nada más. Hasta hace unos días, que empezó a subirse a ella, con el riesgo de vencerla y caerse. Sumando a esto, que mi idea de colocarla donde se cocina de verdad ha hecho que tenga salpicaduras de aceite -parecen de aceite-, estaba planeando desaparecerla en cuanto pasara una temporadita siendo ignorada.
Hoy B estaba examinándola y preguntó: "¿Cómo se prende?" Le mostré, moviendo mis dedos como si girara la perilla dibujada. Parecía que tenía un juguete nuevo. Estuvo ahí un buen rato, metida en su asunto y volvió a ella varias veces.
La estufa de juguete se queda.
Silvia Parque