Iván José Alcántara Molleja había estado fascinado con la vida extraterrestre desde temprana edad, cuando contaba con tres años pasó doce horas seguidas pegadito a la ventana de su habitación repitiendo las palabras UFO, UFO, UFO, pues había escuchado en un programa televisivo que con ese mantra se podía atraer a algún personaje del espacio exterior a visitar nuestro planeta.
A los cinco años pidió a sus padres que le compraran un disfraz de marciano, se lo puso hasta que las antenitas cayeron vencidas por el uso, a los 7 se subscribió a la revista de cartones "El Espacio y sus habitantes", a los 10 atendió su primer seminario sobre las estrellas y los planetas en el planetario del Parque del Este y a los doce ya escribía historias de seres extraños que nos visitaban para explorarnos y conquistarnos. Igualmente instaló una antena de manufactura casera en la ventana del apartamento donde vivía la familia Alcántara Molleja la cual conectó a las luces del arbolito de navidad con la esperanza que algún extraterrestre se sintiera atraído por aquella gama de colores que titilaban en la noche, el resultado no fue el esperado pues causó un cortocircuito y quemó el pino, las luces y hasta los regalos del Niño Jesús.
El muchachito no quería ir a Disney World, solo visitar Roswell y el Glaciar Perito Moreno en Argentina para ver si finalmente lograba establecer contacto con algún habitante de otra lejana galaxia. Escribió cartas al SETI, visitó sus instalaciones un verano y pasaba horas y horas leyendo cualquier cosa que de alguna manera u otra le suministrara información acerca de la existencia de vida en otros planetas o galaxias.
Iván insistía en que quería ser astronauta pues estaba convencido que con algún bicho raro se encontraría en el espacio sideral, finalmente y con gran esfuerzo de sus padres le enviaron a estudiar Astronomía e Ingeniería Espacial a la Universidad de Arizona en donde se destacó y ya graduado con ayuda de uno de sus profesores entró al programa espacial de la NASA, después de un año de entrenamiento finalmente llegó la carta con la respuesta definitiva si Iván pasaría al Programa Elite de Astronautas. Con cuidado abrió la carta para encontrarse que la respuesta había sido negativa, al parecer Iván no contaba con los atributos físicos necesarios para poder realizar viajes por el espacio. Iván continuó intentando de todas las maneras posibles para de alguna u otra forma poder establecer contacto con la vida sideral pero todas las oportunidades se fueron cerrando. Abatido y triste regresó a Caracas y se dedicó a trabajar en el planetario del Parque del Este.
La vida de Iván se había sumido en el más completo de los aburrimientos, todo era una monotonía eterna, era una especie de pesadilla de la cual no podía despertar. Una noche regresaba solo a su casa como todos los días Iván divisó a lo lejos, en un monte de la carretera una luz roja muy brillante que además parecía moverse en círculos. Después de controlar el carro pues casi se sale de la carretera por la emoción logró ordenar sus pensamientos y pensó "coño al fin, al fin, esta vaina tiene que ser una nave extraterrestre, luz roja circular, de los habitantes de la Vía Láctea en su paralelo 135, detrás de Plutón, seres amigables, pequeñitos, muy inteligentes", "coño no lo puedo creer" se repetía a si mismo mientras aceleraba para acercarse a la brillante luz roja.
Apagó el carro y se bajó, abrió la maleta del carro y sacó un traje especial que había comprado en un Congreso de Vida en el Espacio Exterior en Canada, se lo puso y comenzó a adentrarse en el monte, poco a poco se acercaba a la luz roja cuando de pronto vio una figura que por la oscuridad de la noche no era más que una sombra con forma de enanito, encorvado, sudando, Iván se paró en seco cuando escuchó unos sonidos extraños, coño se dijo a si mismo, definitivamente son ellos, los habitantes del paralelo 135, ay coño que emoción se repetía a si mismo. Un poco más cerca y haciendo uso de todos los conocimientos adquiridos a través de los años procedió a identificarse. Aquí de este lado, Iván José Alcántara Molleja, soltero, 35 años, 1, 77 de estatura, 75 kilos de peso, terrícola, Ingeniero y Astrónomo, sin ninguna intención hostil, solo queriendo establecer contacto con vida extraterrestre, pacífico y amable, quien responde de aquel lado?. Un silencio sepulcral existía en el ambiente, mientras los ruidos extraños emanados de la pequeña figura encorvada se hacían cada vez más fuertes.
Iván repitió, yo soy humano, en misión de paz, solo quiero establecer contacto. De pronto la figura se puso en pie y dijo "Carlos Lanz, chofer de ambulancia y coño hermanazo simplemente tratando de echar una cagadita en el monte"…