Etéreo caminar

 Penetrando en el epicentro de la noche, caminando con un familiar y eterno eco a sus espaldas, alejándose de la ciudad, que se derrumba por la mano de sus propios constructores, intoxicados por una autodestructiva demencia. La orgía del fin, entre hogueras  de negro humo, y edificios resquebrajados, cayendo a trozos. La música hace tiempo que se detuvo, pero todos parecen seguir entonando el cántico abismal, como llevan haciendo desde antes de nacer.
El no. Las visiones le indujeron a ponerse en camino, abandonar aquella necrópolis y alejarse del gran gris que conduce a la negrura. Visiones que le condujeron a internarse en el desierto, en busca su propia génesis, en busca de un nuevo origen. Sin sentimiento de pérdida, pues nunca tuvo nada en propiedad, sin olvida, sin miedo, ya sin sombra. Sólo siguiendo la voz del viento, los etéreos animales-espíritu que le orientan y guarecen. Ya no hay muros tras los que ocultar siniestras amenazas.
Vuela el tiempo como sueños, cálido en noches invernales, dejando atrás coches oxidados y pseudovidas desvencijadas, mientras se encamina hacia el corazón del mismo sol, en el que renacer y anidar junto a sus congéneres.