De pronto llegó alguien que fue excepción, que no pudo ser a la primera pero sí a la segunda, sin necesidad de una tercera. Alguien que le quiso tal y como era, quitándole miedos y añadiendo risas a su vida. Tenía la magia de convertir lo simple en algo extraordinario. Su cinturón de seguridad, su amor desenfrenado, su paz convertida en abrazo, su locura. Le hizo volver a creer en el amor antiguo, el de nuestros abuelos, ese que tanto había deseado. Cartas, flores, desayunos, besos, abrazos, luz, vida. Amar por primera vez. Uno que solo encuentras si te mantienes despierta.
Por suerte, ella estuvo atenta y no dejó escapar ese tren. Se subieron y aún siguen recorriendo cada poro de su piel, sin destino ni final. Una eterna aventura.