Revista Talentos

Eteryum tercera parte: ‘Efestion’

Publicado el 23 noviembre 2012 por Insomniofreak @InsomnioFreak

efestion

Silvana se encontraba en una playa….. “¿Dónde estoy?” se preguntó. Miró a todos los lados y por fin descubrió a alguien. Corrió a su encuentro, era un hombre bastante joven. Él la miraba como si la hubiese estado esperando, parecía querer decirle algo, pero no podía por alguna razón que ella desconocía; justo antes de darle alcance, un dolor tremendo de cabeza le hizo caer de rodillas sobre la arena. No podía oír nada, solo una risa cruel que le estallaba dentro de la cabeza y que parecía que golpeara las paredes internas de su cráneo. Los ojos se le llenaron de lágrimas de dolor y rabia, ya no podía ver nada. Silvana despertó sudando y llorando, no sabía dónde estaba ni qué hora era… Estaba perdida. Poco a poco fue recordando todo hasta que al final logró calmarse.

Miró por la ventana y vio que estaba amaneciendo, sabía que todavía era muy pronto pero también sabía que no podría volver a dormir, así que se vistió para ir a desayunar. No tenía ropa adecuada para ir a palacio, pues en la aldea no la necesitaba así que decidió ponerse lo mejor que tenía: una pantalones marrones ajustado que le abrigaba y que a la vez era elástico y le permitía moverse fácil y rápidamente, unas botas altas marrones sin tacón (no tenía ningún calzado con tacón porque en la aldea no hacían falta tampoco), una camiseta blanca de mangas largas y cuello alto con características parecidas a los pantalones y unos guantes marrones hasta por debajo del codo. Cerró su bolsa de viaje, se la echó al hombro y bajó a desayunar. Desayunó muy poco porque estaba muy nerviosa y cuando fue a pagar lo poco que había comido, el tabernero le dijo que el desayuno también estaba pagado por el sacerdote, lo cual no sorprendió a Silvana. Ella le preguntó algo y el le contestó indicándole un pasillo y diciéndole que fuera a la última habitación que estaba a la derecha.

Allí Silvana se aseó y se preparó para ir a palacio. Luego fue al recibidor de la posada a esperar a Bedril. Bedril no se hizo esperar y llegó a los pocos minutos. Cuando llegó, miró de arriba a abajo a Silvana mientras esta se ponía la capa para salir y le dijo: “Tendremos que hacer algo con ese aspecto…” El palacio era una inmensa torre blanca rodeada por extensos jardines llenos de flores, árboles y arbustos bien cuidados y dispuestos que otorgaban una grandeza indescriptible. La torre estaba coronada por una sala cuya hermosura era incomparable que tenía el techo de cristal y que hacía las veces de sala de reuniones, donde se discutían las cuestiones del reino. Silvana se sintió pequeñísima al lado de tanta maravilla y asombrada al contemplar tanta grandeza. Había una muralla de piedra muy alta que protegía la torre y los jardines, y los dos pasaron por una de las cuatro puertas que había en ese muro. Se dirigían hacia la puerta principal, una grande y hermosa puerta de marfil blanco (al igual que toda la torre) en la que había una gran escalera para llegar a ella y que estaba surcada por una alfombra roja, pero Bedril cambió el rumbo y se dirigió a una puerta más pequeña situada en un costado de la torre.

Silvana lo siguió y entraron en lo que suponía la entrada de los sirvientes. Después de recorrer largos pasillos y grandes salas, llegaron a una estancia con grandes espejos y armarios. Una mujer regordeta, bajita y de mediana edad saludó con entusiasmo a Bedril, sin ni siquiera fijarse en Silvana. Parecía agradable. Después de saludarle, miró a Silvana y le plantó dos sonoros besos en cada mejilla diciendo “Mucho gusto”. se presentó como la modista real y Bedril presentó a Silvana. Cuando Molly, que así se llamaba la mujer, preguntó que qué querían, Bedril contestó que tenía que presentar a Silvana ante el rey y que necesitaba una apariencia adecuada para Silvana. A ver, quítate la capa y la bolsa y gira despacio para que te vea bien….- cuando Silvana lo hizo, Molly sonrió y dijo- Muy bien, creo que no será difícil encontrar un vestido adecuado, tienes un cuerpo de modelo. Como me has caído tan bien, te regalaré todo lo que necesites para este encuentro. No hace falta, Molly. Yo mismo lo pagaré. De eso nada, Bedril. Y ahora vamos a ver… Eres muy guapa así que no creo que necesites muchos adornos, un vestido sencillo sería perfecto y creo que tendría que ser azul oscuro, resaltaría tus rasgos, tienes el pelo precioso y de un color muy exótico pero bonito, y unos ojos muy pálidos al igual que tu piel… Tras una hora de probarse vestido y todo tipo de florituras, Silvana terminó con un vestido azul oscuro, liso, con una falda muy larga y cogido al cuello, lo que dejaba ver toda su esbelta espalda. No se puso ninguna joya a pesar de los consejos de Molly y llevaba el pelo liso y suelto sin adornos. Tuvo que ponerse de nuevo sus propias botas porque no sabía caminar con tacones, pero no pasaría nada mientras la falda le tapara los pies.

Era el momento de visitar al rey en su despacho personal. Se despidieron de Molly dándole gracias una vez más se dirigieron al esperado encuentro. Antes de el despacho, había una pequeña sala donde se esperaba hasta ser recibido por el rey, ni siquiera la reina Shantra podía entrar en el despacho sin consentimiento del rey, claro que ella también tenía su propio despacho. Cuando llegaron a esta sala, Bedril le dijo a Silvana, “Siéntate y espera. Buena suerte”. Y se marchó. Silvana solo tuvo que esperar unos minutos, aunque a ella se le hicieron eternos antes de que se abriera la puerta y saliera de ella una elfo alto y delgado vestido con una elegante túnica blanca y sencilla y llevaba una corona de oro con joyas incrustadas. Tenía el pelo largo y negro como el azabache. Se le notaba la sabiduría de los muchos años vividos y, sin embargo, todavía se le notaba joven y vigoroso. Era el rey de Andalan, Efestion.


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