Se acerca el día en el que el dinosaurio será abatido, no por la garra irracional del cráneo hueco, sino por la cordura del roedor, del maldito roedor. La palabra, la vieja palabra, la que resuena en los oscuros recovecos del bosque, sólo la palabra nos librará del gran dinosaurio. Se acerca el día. ¡Que nadie olvide el secreto del bosque! Las sombras acogen la dignidad perdida del roedor. Para recuperarla sólo necesitamos recordar el origen de todo. Porque nada brota sin el trabajo. Se acerca el día. Y el dinosaurio, si sobrevive, seguirá creciendo. ¡Recordad de dónde procede todo! Cada bocado de pan, cada trozo de carbón, cada sorbo de leche, cada idea... Se acerca el día. ¡Que nadie olvide su origen! ¡Que nadie traicione a los muertos! Si el roedor, ajeno a la luz, se enreda en los senderos prefabricados por la bestia, arruinará todo futuro. Huid de los cráneos huecos, porque de ellos se alimenta el gran dinosaurio. Sólo el atinado razonamiento o la afinada sensibilidad nos librarán de los enemigos del bosque, de los salvajes.