Conjunto de Mandelbrot
Los malditos roedores comenzaron a sospechar que vivían en el lomo, quizás la panza, de un terrible dinosaurio. A lo mejor, dijo el roedor de la cueva, todo el bosque, incluso todo el universo, tiene la forma de un horroroso dinosaurio. Lo que es cierto, sentenció el de ojos grandes, es que parece inabarcable, ya estemos sobre la panza o el lomo. Veo que de las vísceras no habláis, advirtió el de dientes gastados, y toda esta podredumbre no son sino sus entrañas. No es cuestión de biología, ni de anatomía, gritó el de voz de mosquito. Todo se explica con la geometría, continuó. Jamás acabaréis con la terrible bestia porque es un hijo de Mandelbrot. La geometría del terror repite siempre la misma estructura. Si nos alejamos, aparece el gran bicho. Si nos acercamos, cada una de las partes es esa misma forma, hasta el infinito. He aquí el mundo que habitáis, señaló con las manos extendidas, un mundo sin centro, dominado por fuerzas que se regeneran sin piedad, un mundo creado por vosotros, que modeláis el panal del dolor con cada una de vuestras miserias. Sólo cuando alzáis la vista y contempláis las estructuras lejanas, o cuando sufrís la gran pisada, sólo entonces os quejáis. Porque todo es lo mismo y todo se repite. Y sabe el filósofo que ser consciente de esta geometría no es poco.