Entre las esculturas, agazapado para evitar el viento, se esconde el roedor. Extraños árboles, piensa. Extrañas piedras, duda. Quizás sean restos de una civilización perdida, la civilización, la que no supo contener su bella racionalidad. Quizás sean las sombras de una mala conciencia. Extrañas figuras, imagina. Amasijos de hierro con formas altaneras, eso son. Piedra y madera modeladas con la soberbia, eso son. Porque la civilización que agoniza hace tiempo que olvidó los senderos del bosque y los robles. Olvidó las nieves y los musgos. Y estas esculturas son nuestras pesadillas.