Nadav Kander
La oscuridad de las calles, cómo no, me obligan a hablar de la extrañeza del tiempo. No lo niegues: todos hemos sentido pánico ante la oscuridad de las calles. Si el día prometía nuevos universos, las esquinas de gélidas penumbras te asustaban cuando llegaba la noche, tan terrible, tan opaca, la que teme todo roedor. Nadie es ajeno a la oscuridad porque nacimos inmersos en ella, como si fuese un regalo de la naturaleza profunda. ¡Ahora comprendes la atracción azul del atardecer! Han pasado los años, maldito roedor, y todavía te asustas con las sombras pálidas que te persiguen cada tarde, sin piedad. No hay forma de librarse de los viejos miedos, no te hagas ahora el valiente, porque ya nada importa, has resuelto el acertijo de la existencia... Ahora sabes por qué te asustaba el ladrido de los perros en la lejanía. Ya encontraste, maldito roedor, el significado de todos los ruidos que se aproximaban en la noche, cuando el futuro era incierto y el pasado una historia triste. Los miedos de entonces son los mismos que los de ahora. Todos los niños reconocen la nada a primera vista y se asustan para siempre.