Eva Baltasar daba por cerrada su trilogía sobre personajes femeninos y lo hace con un estilo tan propio como irrepetible.
Sus personajes son dos mujeres casi antagónicas. La protagonista se define de manera más detallada, pero la otra parte es apenas un boceto simple sobre el papel en blanco. Sin un diálogo en toda la obra y con una narradora en primera persona, la autora vuelve a derrochar esa enorme capacidad de análisis de la mente femenina y de cómo es posible encajar, en ocasiones, con algunas personas de las que tampoco hay que esperar demasiado.
La itinerancia permanente de la protagonista y una óptica del mundo bastante estoica ayudan a convertir esta novela en una obra maestra que confirma que la autora ha conseguido labrarse su propio camino alejándose de la comercialidad de manera deliberada e incluso lanzando algunos guiños a otros misántropos como Céline o Hansum. Prosa pura, sin lijar, sin matices y sin aristas es lo que te espera durante su lectura.