Mi porqué tiene nombre propio.
No quisiera nunca que se viera a sí misma como "algo al servicio", como si el sentido de su existencia anclara en lo que ha hecho por mí; pero su presencia ha sido capaz de moverme, literalmente. Nunca más pude cubrirme con una cobija a desear estar muerta. Nunca más fui pedazos de mí en el piso porque aprendí a "hacer" desbaratada. Porque ella. Para ella.
Así las cosas, lo más injusto que me han dicho -aunque fuera con buena intención- es que piense primero en ella. Desde que vi dos rayitas en la prueba de embarazo, no he dejado de pensar primero en ella. Que mi camino no sea convencional, no significa que ponga mis necesidades de ningún tipo delante de las suyas o que tome decisiones a la ligera.
No la he amado románticamente. Siempre sentí su extranjería durante el embarazo. Me pareció desconocida cuando nació -su papá lo vivió diferente-. Nunca la he visto como una "mini-yo" o una extensión de mí, a pesar de que nos parecemos, me refleja y todavía nos amalgamamos. Nunca he sentido, por ejemplo, que me pertenezca como para tener derecho a adornarla para darme gusto -pronto supe que yo le pertenecía-. La amé de otro modo.
Supongo que como otras mujeres, llegué a imaginar que el parto podría complicarse y pensé -telenovelescamente- en cómo haría que me hicieran caso para que privilegiaran la vida de la bebé. El punto es que mientras lo fantaseaba yo no quería su vida más que la mía; yo la elegía. No me sentía inclinada a eso, lo decidía motivada por un amor que no es de sentir bonito, sino de darse una misma -se sienta como se sienta-. Claro que amarla me ha traído gozo, pero no la amo por ni para el gozo.
Creció y la fui conociendo. Me sigue sorprendiendo y no la asumo "conocida" porque ni tengo tanta capacidad ni permanecemos inmutables. Pero a lo que iba es a que he estado con ella -estar con ella es lo más de lo más en mi vida- y eso me ha hecho "crecer" como mamá, de un modo que ha sido, increíblemente, amarla más cada día.
Entonces pasó algo.
Es penoso porque creo que otras mamás lo sienten desde el principio y a mí apenas me pasó este mes. Su bienestar se convirtió efectivamente en lo que más quiero. Hacer lo que me corresponde como su mamá es un centro que desborda ocupando cada espacio en mi vida. De un modo nada abrumador, ¿eh? De modo apasionante. Y tremendo. Terrible -en un sentido literal, no "malo"- en cuanto a cómo me siento inclinada a elegir su vida sobre la mía, de modo que en esa fantasía estúpida de "cuál de las dos vive", no solo la elegiría a ella por amor, sino también con gusto. Y no valoro en poco mi vida, ni pretendo -para nada- dedicarme a ella, olvidándome de lo que quiero para mí. Es nada más que la amo así.
Y no la amaba así cuando nació. La amaba con toda mi alma y su bienestar era mi prioridad delante de todo. Lo remarco porque quizá un día ella lea esto o se lo cuenten y debe ser muy claro que siempre la amé con toda mi capacidad de amar. Tal vez esa capacidad creció, pero lo que había no era poco: era muy grande.
Y bueno, pues aquí estamos, viendo cómo nos ponemos de acuerdo y cómo hago para hacerme cargo.
Silvia Parque