Existence

Publicado el 27 noviembre 2014 por Sara M. Bernard @saramber

Con absoluto horror, cuando estaba retocando la posición del pendiente en la nariz, me detengo un segundo a mirar así en general, que hace días que sólo observo pedazos, a conseguir una perspectiva del conjunto entre las ojeras que crecen poco a poco y se hunden y las marcas que ya tardan en borrarse de las comisuras de los labios -todo el día en el trabajo, sonriendo- y entonces, constato, con absoluto horror, que primero fue el flequillo recto porque se me metía en los ojos, lo corté sobre las cejas en una línea de pura arquitectura; y ahora, sin darme cuenta tampoco, porque se me ocurrió de repente, el pelo está oscurecido de manera artificial (tendía hacia el castaño rojizo por el sol acumulado en verano y el secador a 1000ºC), sin darme cuenta, digo, entonces me horrorizo porque me parezco a alguien, cómo no me he dado cuenta, así, cómo no me he fijado antes en el detalle, a alguien que he dejado tirada de camino a un cita importante, así, en la página 53, y ahí lleva desde hace una semana porque la narración no avanza, pobrecita mía. 
Qué hago, horror, con el mismo estúpido corte de pelo. Qué horror, debería estar durmiendo ya que mañana suena el despertador a las 6.30, y sigo aquí, alucinando por las casualidades, todavía (todavía) mis lágrimas son transparentes y mis ojos negros...
¿Cuánto tiempo más?