Exobrain and Consciousness

Publicado el 14 febrero 2020 por Theroom @RxpVanesa

Chamanes, médicos y robots: el hilo que une la iniciación chamánica, el efecto placebo y el desarrollo de conciencia en los autómatas.

En Chamanes y robots el antropólogo mexicano Roger Bartra establece una relación entre el chamanismo y el posible desarrollo de la consciencia artificial. El autor justifica esa asociación y describe con sorprendente concisión los mecanismos en que se apoya. El chamanismo recurre a extender artificialmente los límites de la consciencia individual mediante lo que Bartra denomina «prótesis culturales». El ejemplo principal es el efecto placebo: una de esas prótesis culturales que permite que los pacientes sometidos a determinados rituales consigan sentirse mejor. Lo que mejora a los pacientes es su creencia de que el ritual chamánico es efectivo; el efecto placebo ha sido confirmado en numerosos estudios de laboratorio. Prótesis culturales como el placebo ayudan a que personas de culturas chamánicas experimenten la realidad de otra manera, normalmente con el fin de disminuir el dolor o de provocar estados de bienestar. Esas prótesis, como constructos culturales, no son estructuras de pensamiento «innatas». Son lo que Bartra llama «exocerebro», esa especie de cerebro externo que desarrollamos después de nacer y que se compone de ideas que adquirimos mediante un constante feedback cultural. El exocerebro es tan importante para nuestra percepción de nosotros mismos como el propio cerebro y el resto del organismo.


“La conciencia en un híbrido que enlaza circuitos neuronales con redes socioculturales”

Para que los robots alcancen formas de conciencia sofisticadas como las de los humanos “deberían pasar por los rituales del placer y el dolor”


Bartra sugiere que esta conexión podría ser empleada para ayudar a dotar a las inteligencias artificiales de una consciencia de sí mismas. No bastaría con construir un cerebro electrónico lo bastante potente como para producir un pensamiento propio y tan complejo como el del ser humano. También habría que dotar a ese cerebro artificial de una sensibilidad propia. Para Bartra, el concepto clave es la homeóstasis. Los humanos somos animales y poseemos una sensibilidad homeostática que nos hace perseguir el equilibrio biológico de nuestro propio cuerpo. Cuando ese equilibro se rompe —una herida, la carencia de comida o de agua, etc.— nos sentimos mal. El desequilibrio biológico produce sensaciones negativas que nos impulsan a intentar retornar al estado de equilibrio anterior. La homeóstasis nos confiere una voluntad mediante el dolor, el hambre, la sed y otras sensaciones negativas que nos impelen a actuar en busca de una solución para retornar al equilibrio homeostático, esto es, al bienestar. Si consiguiéramos que un cerebro artificial poseyera ese arsenal de sensaciones que lo impulsaran a desear la homeóstasis y un arsenal de «prótesis» que le permitieran buscar soluciones al desequilibrio, no solamente le estaríamos dando una motivación y la sensibilidad necesarias, sino también las herramientas con las que gestionarlas y hacerse consciente de sí misma.

Shamans, doctors and robots: the thread that unites shamanic initiation, the placebo effect and the development of consciousness in automatons.

In “Shamans and robots”, Mexican anthropologist Roger Bartra establishes a relationship between shamanism and the possible development of artificial consciousness. The author justifies this association and describes with surprising conciseness the mechanisms on which it relies. Shamanism resorts to artificially extending the limits of individual consciousness through what Bartra calls “cultural prostheses.” The main example is the placebo effect: one of those “cultural prostheses” that allows patients undergoing certain rituals to feel better. What improves patients is their belief that the shamanic ritual is effective; The placebo effect has been confirmed in numerous laboratory studies. Cultural prostheses such as placebo help people in shamanic cultures experience reality in a different way, usually in order to reduce pain or cause states of well-being. These prostheses, as cultural constructs, are not “innate” structures of thought. They are what Bartra calls «exobrain», that kind of external brain that we develop after birth and that is composed of ideas that we acquire through constant cultural feedback. The exobrain is as important to our perception of ourselves as the brain itself and the rest of the organism.


“The awareness in a hybrid that links neural circuits with sociocultural networks”

For robots to reach sophisticated forms of consciousness like those of humans “they should go through the rituals of pleasure and pain”


Bartra suggests that this connection could be used to help provide artificial intelligences with an awareness of themselves. It would not be enough to build an electronic brain powerful enough to produce a thought of its own and as complex as that of the human being. We should also provide that artificial brain with its own sensitivity. For Bartra, the key concept is homeostasis. Humans are animals and we have a homeostatic sensitivity that makes us pursue the biological balance of our own body. When that balance is broken – a wound, lack of food or water, etc. – we feel bad. The biological imbalance produces negative sensations that impel us to try to return to the previous equilibrium state. Homeostasis gives us a will through pain, hunger, thirst and other negative feelings that impede us to act in search of a solution to return to homeostatic balance, that is, to well-being. If we were to get an artificial brain to possess that arsenal of sensations that would drive it to desire homeostasis and an arsenal of “prostheses” that would allow it to find solutions to the imbalance, we would not only be giving it the necessary motivation and sensitivity, but also the tools with those that manage them and make themselves aware.


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