Revista Literatura
Expulsar y marchar
Publicado el 03 enero 2011 por HouseEfectivamente los dos verbos son de la primera conjugación; al menos es lo que nos enseñaba en mi época de estudiante. Pero hoy las cosas cambiaron, aunque algunos, para decorar la mugre que les rodea, diga que es lo mismo. No. No es lo mismo que se te expulse de un partido que lo abandones por iniciativa propia. Sergio Marqués y Francisco Álvarez-Cascos.Ambos verbos les separan pero también les unen. Si al primero, aún se le echa de menos y se tilda como un «gran presidente», ni está ni se les espera; al menos en aquellos lares en los que huela a jinete y a cacicada.
Pero cierto es también que en ambos casos también hay un denominador común: el bochorno, la vergüenza y la imagen que vuelve a ofrecer el Partido Popular.
Hace pocos días me decía un empresario asturiano que a la vista de la que estaba cayendo y la escasez de recursos con las que Rodríguez Zapatero había sido incapaz de regatear la crisis económica, que ciertamente merecían un castigo. No obstante, señalaba el buen hombre, había pocas opciones porque «enfrente la situación está muy mal». Así es. La imagen de corrupción, de caciquismo endémico, de desunión, y dimes y diretes que se ofrece desde la madrileña calle Génova también invita a otro castigo. Para colmo el cisma de Asturias.
Sea como fuere lo cierto es que queda poco tiempo para la cita de las autonómicas y locales, y algo tendrán que hacer. Salvo que se resignen a ocupar indefinidamente el papel de eterna oposición.
Pero un partido político que se precie de tal nunca puede permitir entre sus filas a seres indeseables que sólo buscan ocupar el sillón de forma indefinida, aunque para ello se tengan que utilizar toda clase de subterfugios y maniobras sin escrúpulos, sin ética y sin moral. Si una propuesta alternativa puede dar un vuelco espectacular al resultado electoral. Hay que ser torpe y mediocre para no ver esto. De igual forma que hay que ser torpe y mediocre para coger pataletas de patio de colegio.
El problema no es éste. El problema es mucho más complejo y caótico. Se trata de una formación política cuya dirección nacional no ve, no oye, no siente, no padece las mediocridades y las patrañas de sus acólitos.
En este momento, como en otros muchos, me acuerdo de las palabras del malogrado José Antonio Labordeta en el Congreso de los Diputados.