Revista Diario

Extinguir a un dinosaurio.

Publicado el 05 noviembre 2010 por Fujur

Es tradición personal, a la vez que bloggiana, escribir siempre unas líneas para el día de mi cumpleaños. Los mayores vestigios de mi infancia pasada afloran cada cinco de noviembre, ¿qué se le va a hacer?, aunque después de todo... ¿taExtinguir a un dinosaurio.mpoco es tan malo, verdad?. Quienes me conocen no se sorprenderán si escribo un artículo sobre dinosaurios para este día anualmente señalado. Jugando con el título, por más que pasan los años, por más que atacan Romas y Constantinoplas, civiles e hipotecarias, mi pasión por los dinosaurios sigue ahí, viva, sin extinguirse. “Extinguir a un dinosaurio” sólo puede significar tirar un dinosaurio de plástico a la basura, dirán muchos. El juego de palabras es curioso, ciertamente, y pocos caerán en cómo se puede extinguir algo que ya está extinto. La cosa cambia si creamos un campo semántico en el que colocar “extinción”, “eliminación”... “olvido”. Cambia pero sigue sin ser factible. ¿Alguien cree que puede llegar el hombre a olvidar, a “extinguir” de su pensamiento los dinosaurios? No en genérico, sí en particular, la clase científica oficialista así lo cree. Recuerdo haberle preguntado a mi padre, cuando aún iba cogido de la mano y andaba a saltitos, si la abuela o la tía habían visto alguna vez un dinosaurio. Por aquél entonces aún pensaba que quizá mis mayores los hubieran visto, pues sus vivencias y años eran parecidos en mi mente. ¡En esas edades, de 4 o 5 años, poco importa hablar de 65 años o de 65 millones de años! Para mi sorpresa mi padre me dijo que no, primera decepción sauriana de mi vida... No mucho tiempo después empecé a coleccionar la célebre enciclopedia por fascículos: “Dinosaurios”, la obra que, independientemente de donde me lleven los años, más habrá influenciado en mis neuronas. Recuerdo leer en aquellos fascículos historias sobre el “coelofisis” o el “sicosaurus” (como conocía por aquel entonces a Coelophysis y Psittacosaurus), y, cómo no, sobre el Apatosaurus. No hace falta decir que me gustó mucho conocer de ese animal con nombre tan aviar, pese a la gran desilusión de la que fue motivador... mi segunda decepción sauriana. Como todos los niños nacidos en los ochenta, tuve la ocasión de poder disfrutar de múltiples series de dibujos animados por televisión. Más allá de los Picapiedra (y de Dino), era especialmente aficionado a los Dinoriders, a los “Dinos” (que yo llamaba así, pero que trataban sobre un grupo de dinosaurios mutantes que luchaban contra otros dinos mutantes por el Espacio, Dinosaucers) y, muy especialmente, a la saga de Piecitos, más conocida como “En busca del valle encantado”. En todas estas series tiene un protagonismo especial el Brontosaurus, llamado por mí en aquel entonces, “cuellilargo”. Gran fue la decepción cuando leí que por problemáticas paleontológicas entre científicos americanos (Marsh – Cope, protagonistas de la célebre “Guerra de los huesos”), el Brontosaurus había sido, hacía ya casi un siglo, segunda vez extinto. Efectivamente, el Brontosaurus debió rectificar su nombre a Apatosaurus, por haber sido este segundo animal primeramente hallado. Mi tercera decepción sauriana ocurrió hace poco, y en cierto modo es “eventual”. Según leí hace poco en el blog “El ojo de Darwin” (recientemente premiado por 20minutos en el concurso 20blogs), tanto Apatosaurus, como el célebre Diplodocus, corren el riesgo de desaparecer, por Extinguir a un dinosaurio.considerarse, por parte de ciertos científicos, miembros de una misma especie con el abominable nombre de Amphicoelias brontodiplodocus. En definitiva, para no liar más “la troca”, resulta que científicamente el Brontosaurio jamás existió, y en breve es posible que dejan de haberlo hecho Apatosaurus o Diplodocus. Estas pequeñas cosas hacen a uno reflexionar, y dejan a la luz pequeñas lacras de nuestra cultura. Los convencionalismos limitan la imaginación y la expresividad, pero, sin normas, el Mundo sería total anarquía. ¿Dónde están los límites? Es evidente la dualidad que en todos nosotros descansa. Todos tenemos un ser real y uno imaginado. Uno nos hace vernos como los mejores del Mundo, otro nos dice nuestros defectos; uno nos dice que somos muy listos, otro que no sabemos según qué cosas; uno piensa en brontosaurios, otro sabe que el nombre, a día de hoy, es Apatosaurus. Me pregunto qué es más identificativo de una persona, si lo que es o lo que imagina. Uno es más lo que piensa en su interior o lo que deja ver hacia fuera. Y bien pensado, ¿no es cierto que, a veces, la mezcla de nuestra dualidad interna es tal que no nos deja distinguir entre lo ideado y lo real? ¡Cámbien de nombre al brontosaurio! Para nosotros siempre seguirá siendo el Dino de los Picapiedra! Estamos sujetos a unas normas, indispensables para la paz social, pero, internamente, ¡somos doblemente libres y auténticos! ¡Vivan los dinos, especialmente en mi día de cumpleaños! ;-) El artículo de la controversía: Galiano, H., & Albersdörfer, R. 2010. A new basal diplodocid species, Amphicoelias brontodiplodocus from the Morrison Formation, Big Horn Basin, Wyoming, with a taxonomic reevaluation of Diplodocus, Apatosaurus and other genera. Dinosauria International (Ten Sleep, NY) Report for Sept., 2010, p 1-41, figures 1-33. (haz click aquí para ver). 1) Ilustración de Fabio Pastori: Diplodocus2) Allosaurus vs. Barosaurus with baby


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