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Extreme Makeover

Publicado el 26 noviembre 2012 por Karusa @karusa

Confieso que no sé disfrutar de la tranquilidad. Ya lo he dicho alguna vez. Si una tarde se presenta sin nada que hacer, los que me conocen huyen. De hecho, sospecho que E se ha construido un búnker en algún lugar de esta ciudad. Sin cobertura, sin Internet, pero sobre todo, a prueba de mí. Un lugar donde sólo hay un sofá, una tele con un disco duro lleno de pelis de acción y un bote sin fondo de Nutella. Cuando huele la calma chicha E se esconde en el búnker, sin los niños, que por sus medios no pueden escapar a la enajenación mental transitoria de su madre.

Entonces pasó. Se presentó una tarde tranquila. Sin avisar. Un jueves cualquiera me encontré plantada a las 4 de la tarde en casa sin ningún proyecto que hacer, ninguna cita laboral, y la casa y la cena hechas. Y sin más, se me ocurrió…

-¿Por qué no les corto el pelo a los niños?-

Yo no había cortado el pelo a nadie en mi vida. Ni mi flequi en la pubertad. Ni al perro. Así que me metí en Google y pregunté…”¿cómo narices le corto el pelo a mis niños?” Y me enseñó unos vídeos bien majos que estuve repasando durante unos veinte minutos…En fin, que como a veces me creo lo que veo en las pelis, debí pensar que era Neo en Matrix y me dije: “Ya sé cortar el pelo”.

Entonces preparé el escenario del crimen. Cogí unas tijeras de escalar que tenía por casa, la trona y uno de esos baberos de Ikea, y lo llevé todo al cuarto de baño. Desnudé a R para no llenarle de pelos, le planté la bata, le mojé el pelo y…Entonces tuve un momento de lucidez y le pregunté a Súper Z…¿tú sabes cortar el pelo?  Súper Z, que es prácticamente perfecta se sinceró: “una vez cortar pelo a un sobrino. Pero muy mal.” Así que volví a la estrategia inicial y me motivé con un…¡Tú puedes! Porque para algo soy su madre, ¿no?

Empecé muy bien. ¡Estaba chupao! R mirando fíjamente el iPad dejándose hacer. Súper Z tenía a C en brazos y ambos miraban la escena con pasión. ¡Qué fácil es esto! ¡Está quedando guapísimo! Y me fui animando hasta convertirme en una de esas peluqueras sádicas a quienes les pides que te corten las puntas y te dejan a lo Grace Jones.

No voy a echarme flores, pero tampoco es cuestión de flagelarse. El momento vaciado no estuvo mal. El problema fueron las 3 secuelas, léase: momento patillas, momento flequillo y momento coletilla. Tuve que correr a la droguería a comprar unas tijeras normales, porque las de escalar no me servían, pero para cuando habia vuelto R ya no quería ni iPad, ni trona, y ni mucho menos corte de pelo. Como es tan rico se miraba al espejo y se hacía ojitos, como dándome su aprobación por el corte de pelo, pero a la que le ponía la mano en la cabeza gritaba como la niña del exorcista.

Bueno, podría haber sido peor, pensé. Entonces llamaron a la puerta. La prueba de fuego. La abuela P. Y es que la abuela P es la principal defensora de mi primogénito, que hasta hace poco menos de 2 meses era su primer y único nieto. Cuando no come es porque estará mal cocinado, cuando pega a otro niño será porque algo le habrán hecho…si hay alguien que no es capaz de ver al niño feo, ni trasquilado como una oveja esa es la abuela P.

“¡Oh! ¡Te han rapado! ¡Mi chiquitín!” Dijo con el tono meloso que caracteriza a todas las abuelas…”Prueba superada”. Pensé. Pero a la que el niño se dio la vuelta le cambió la cara…¿¡De verdad!? ¿Tú sola? ¿No has ido a la peluquería? ¡¿No me lo puedo creer?! ¿ESTÁS LOCA? ¿Y AL OTRO TAMBIÉN?  Y es que en esta vida si hay una cosa que mi madre no puede soportar es que al niño le corten el pelo. Es un hecho. Menos mal que después de vomitar la verdad le quitó hierro al asunto, porque en el fondo me conoce, y sabe que lo hice con buena fe y que he aprendido la lección: la peluquería no es lo mío.  Y así, terminó sentenciando: el que es guapo, es guapo…que luego matizó con un…”aún queda un mes para las Navidades”. Y es afortunadamente al niño le crece el pelo más rápido que la barba a Homer Simpson…

Extreme Makeover

R: antes, durante y después de la masacre


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