Juan el Gamba apareció empuñando en una mano una botella de vino tinto de La Higuera Mayor, y en la otra, dos copas y un trozo de queso de Pajonales semicurado.
- Hola Luis ¿te apetece conversar una botella?
- Eso siempre.
- ¡Coño! no me acostumbro a verte con esas pintas de pordiosero. Déjame que te ayude de una puñetera vez. Te vienes a casa y…
- Le he di di dicho que me me de de deje tranqui qui qui lo. Yo no yo no yo no sé qui quie quién es usted.
- Perdona Luis, no he dicho nada. Vamos a conversar la botella y nada más.
- Veo que has traído vino y queso de la tierra, ¿me vas a hablar de un autor canario?
- Pues no. En realidad quería hablarte de un libro de Antonio Orejudo, madrileño él, que no sé si habrás leído. Se trata de Fabulosas narraciones por historias. Un verdadero ultraje a una institución como la Residencia de Estudiantes, que tanto tuvo que ver con el arte de la Generación del 27, y de personajes sagrados como Juan Ramón Jiménez u Ortega y Gasset.
- Bueno, bueno. Ultraje suena demasiado solemne y rimbombante. No te hacía yo a ti tan oficialista. Yo creo que pone en solfa de manera humorística y jugando con personajes reales y ficticios, todo ese dogmatismo sobre la literatura y el arte.
- Pero es que pone a personajes reales en situaciones ridículas y casi delictivas.
- A mí me gustó mucho. Me pareció una de las novelas más redondas y literarias de los últimos años. Es lo único que he leído de este autor, pero si cae otra cosa de él en mis manos, deberá ser muy buena para no defraudarme por la comparación. Ese recurso de cada vez que nombra a uno de los personajes reales importantes como Ortega, Juan Ramón o el propio Lorca, hacerlo con las mismas frases, ya sea en cartel anunciador, en una entrevista o en una conversación, resulta cómico y tiene más carga irónica de la que parece. Y la trama está muy bien urdida, es bastante creíble incluso utilizando personajes reales, lo cual es muy difícil de conseguir. Las capillitas literarias, por lo poco que conozco, siempre han existido y siempre existirán. No olvides que la vanidad suele formar parte intrínseca del arte.
- Pues a mí me parece una falta de respeto a lo más sagrado del pensamiento y el arte del siglo XX.
- Sagrado, sagrado. Pero que solemne y dogmático estás hoy, vamos a terminar la botella, a ver si se te despejan esas brumas que te nublan el cerebro. Creo que lo mejor que puedes hacer es volverla a leer. Verás que le sacas más punta a su lectura y un buen rato de placer. Por lo que recuerdo, salvo cuando se meten con Cela, no te he visto nunca tan intransigente.
- De manera que sí que te acuerdas de mí. Ya sabía yo que lo tuyo era pura pose y disimulo.
- ¿Có có como dice? Dé dejeme en paz o le pe pe pego con la con la bo con la botella en la cabe cabe cabeza, que ya se ha ter ter ter termina na nado y no me do do do lerá rom rom rompérsela en la cris cris crima.
- Vale, vale Luis. Hasta la próxima botella y seguiré tu consejo. Voy a leerla de nuevo.