Al sufrir un delito nos preguntamos, ¿Por qué a mí? Son muchos y complejos los factores que pueden llevar a una persona a ser victimizada. A menudo mantenemos la creencia de que podemos influir en el mundo de modo predecible. Necesitamos pensar que podemos controlar, hasta cierto punto, nuestro entorno y es posible planificar el futuro con ciertas garantías. Es decir, creemos que vivimos en un mundo justo y que, si nos comportamos como “buenos ciudadanos”, la vida nos corresponderá justamente. Pero diariamente vivimos o escuchamos situaciones que desmontan esta idea. Sufrir un delito y convertirse en víctima, rompe duramente nuestro concepto de justicia y nos enfrenta a la vulnerabilidad, a la incertidumbre y al temor.
¿Por qué me han dañado a mí? Es una de las preguntas que, con más frecuencia, nos plantean en consulta nuestros pacientes. ¿Por qué me han dañado intencionalmente de esta manera? A menudo no tenemos la respuesta y, aunque así sea, en ningún caso calma el dolor de la víctima. A pesar de ello, el ser humano necesita respuestas y, por increíble que pueda parecer, muchas terminan por culparse a sí mismas: “Si hubiera dejado que me acompañasen…”,” Si no hubiera salido con él…”, etc.
Desgraciadamente la sociedad, en muchos casos, también opta por este mecanismo para explicar lo ocurrido y mantener su propio bienestar. Los otros no siempre prestan el apoyo adecuado. La víctima recuerda que el delito puede afectar a cualquiera y nos posiciona frente a nuestros propios miedos, por ello, la culpan o desean que lo supere rápidamente. En este escenario la víctima se siente sola, equivocadamente responsable y temerosa en un mundo que, ahora, percibe como amenazante.
La Unidad de Atención a Víctimas de delito le recuerda:
- El único responsable y culpable de lo ocurrido es el agresor NO usted.
- No se detenga en plantearse preguntas sin respuesta, continúe con su proceso de recuperación. Trate de aceptar la realidad de la injusticia y sus propias limitaciones.
- Podemos tratar de prevenir que algo malo nos suceda pero no podemos controlar nuestro entorno y la conducta de los demás.
- El apoyo familiar y social amortigua el daño que el delito ha ocasionado a la víctima y previene la aparición de lesiones y secuelas psicológicas graves.
- Si su familiar ha sufrido un delito permítale que afronte su dolor, respete su ritmo, escúchele sin buscar explicaciones a lo acontecido y muéstrele su apoyo. Si no se siente preparado solicite orientación.