En una de ésas descubrí al tipo con el que se veía: al comisario misterioso del que hablaba como insinuando que le preguntáramos para a continuación proclamar que, por nuestra seguridad no iba a comentar nada.Por pura curiosidad, seguí al comisario una de las veces que se separaron tras pasar media hora en una cafetería, media hora en que el café que le sirvieron a Jesús se enfrió en la noche de los tiempos sin que le diera tan solo un sorbo. Fui tras el comisario hasta un edificio y me las arreglé para entrar a su lado. Entré en el ascensor y pulsé el piso más alto del edificio. Era uno de esos ascensores con espejo en las paredes y yo disimulé mirando como mi imagen se reflejaba en el infinito hasta la nada.
-A veces el principio y el final de las cosas están en el mismo sitio. Curioso, ¿no?.
Dijo la frase justo en el momento en que salía del ascensor en su piso, el séptimo, así que apenas pude girarme sorprendido y sostener su mirada unas décimas de segundo.