En el filme español El mal ajeno, un médico pipiolo y su experimentado mentor viven una jornada intensísima en la sala de urgencias, donde salvan vidas en medio de un peliculero fragor. Por la noche, cuando ya ha pasado todo y ambos se relajan frente a una jarra de cerveza, el médico joven le confiesa al más maduro (interpretado por Eduardo Noriega) que los acontecimientos que acaban de vivir le han hecho recordar para qué decidió hacerse médico.
–¿Para qué?– pregunta el doctor experimentado con cara de sorpresa.
–Pues para qué va a ser. Para curar– responde el joven.
Para curar. Dile eso a tu médico de cabecera la próxima vez que sobrevueles por su consulta.
Siempre envidié un poco a las personas con trabajos directamente orientados al servicio público. Me parece que tienen gran ventaja a la hora de enfrentarse a la difícil tarea de descubrir cuál es tu papel en el mundo. Con el tiempo, no obstante, te das cuenta de que no está tan claro; de que quizá sea más importante el cómo (cómo haces tu trabajo) que el qué (qué ocupación tienes).
Pasa con la maestra soberanamente aburrida de sus niños; el asistente social pasota; la enfermera indiferente al dolor de los pacientes… (Los curas para mí no cuentan: siempre me han inspirado miedo y desconfianza).
El caso es que de ahí a sentirte un impostor hay un paso. ¿Quién no tiene, a veces, la sensación de estar ocupando el lugar de otro? Si al parecer hasta la reina de la verdad, la inmensamente popular presentadora de televisión Oprah Winfrey es una mentirosa como la copa de un pino. ¿O es que es cosa de mujeres?
He aquí lo que dice la periodista y psicóloga Susan Pinker en su libro La paradoja sexual:
"Un estudio sobre psicólogas norteamericanas seleccionadas al azar concluyó que el 69% se sentían unas farsantes. Y una gran cantidad de mujeres profesionales de éxito, algunas incluso famosas, comparten este miedo subyacente a ser descubiertas. Michelle Pfeiffer había sido nominada a tres Oscar y seis Globos de Oro cuando explicó las dudas que sentía acerca de sí misma en una entrevista del año 2002. Le preguntaron cómo había desarrollado sus dotes artísticas y contestó: "La gente acabará descubriendo que tampoco tengo tanto talento. No soy demasiado buena. Todo ha sido una gran farsa."
(Cita extraída de la versión antigua del diario Factual ).