Ese día hubiera ido a su casa, me habría recibido con una sonrisa, un beso (posiblemente también un apretoncillo en el pezón) y un “¡Qué pasa macarraca!” como siempre me decía.
Habríamos comido, bebido, reído. Le hubiera regalado algo del Ché Guevara, el último disco de El Barrio o un buen libro de suspense o policiaco de los que tanto le gustaban.
Hoy sólo puedo regalarle mi recuerdo y estas palabras.
Que sepas Javi que no te olvido, que muchísimas cosas me traen recuerdos tuyos. Decirte que tu pequeño cada día está más grande, más listo y más trasto. Que está aprendiendo a nadar como cuando ibas con él de pequeño a la piscina y que está aprendiendo a leer a pasos agigantados.
Tu pequeña ya es toda una mujer (y muy guapa por cierto), ya apuntito de cumplir 18 y con un montón de planes para cuando los cumpla. Tu mujer sigue tan luchadora como siempre, con el mismo genio, la misma sonrisa y sus “Chst, oisss…” cuando mi hermano o yo le decimos alguna burrada de las nuestras.
En fin, todo como siempre.
Sólo me queda decirte con todo mi corazón y todo mi cariño:
¡Feliz cumpleaños tío!