No he podido dejar de pensar en las movilizaciones multicolor y en las dudas y esperanzas de Miss Fiamma y Von Eisenberg; en el largo camino y la dura lucha por la visibilidad de Marga y Vero; me acordé también de Julieta, que aunque restringió su blog seguramente seguirá siendo una gran activista. Y por supuesto, no pude dejar de dar gracias porque al fin quedan protegidas las preciosas familias de Roma y Triana (no os perdáis a Tato, que tanto nos enseña, ni a Tinchi, el terremoto) y de Silvina y Andrea (que con su lucha, su visibilidad y el coraje de sacar adelante nada menos que a trillizos nos regalan ejemplos de vida todos los días).
El mundo es ahora un poquito más justo y la comunidad homosexual al completo ha dado un paso más hacia la tan soñada igualdad. Y debemos sentirnos felices, satisfechos e incluso sorprendidos, porque en el actual contexto de crisis económica, donde los derechos sociales que tantos años costó conseguir van siéndonos arrebatados poco a poco, un avance como el del matrimonio igualitario resulta casi un milagro.
Y aunque todos nos beneficiamos de este paso, es especialmente importante para los países latinoamericanos, cuyas comunidades homosexuales pueden sentirse hoy un poco más esperanzadas. Tal y como pasó en Europa, la semilla está plantada: ahora sólo hay que esperar a que crezca, regándola con la misma lucha aunque ahora sepa un poco menos amarga.
A sabiendas de que seguramente no haga falta decirlo, como ciudadana de un país que reconoce el matrimonio entre personas del mismo sexo desde hace cinco años, me gustaría animar a todas las compañeras argentinas a que celebren el triunfo por todo lo alto y después se preparen para seguir luchando: si bien ahora están un poco más protegidas, no por ello van a dejar de ser discriminadas. En nuestro país, la iglesia sigue clamando en nuestra contra, las manifestaciones a favor de papá y mamá excluyentes continúan sucediéndose, cualquier persona anónima se sigue creyendo con derecho a decidir si nuestros matrimonios o nuestras familias son iguales o siquiera legítimos, aún nos ponen trabas inexistentes para las parejas heterosexuales a la hora de reconocer la filiación de nuestros hijos y, por supuesto, la ley continúa recurrida en el Tribunal Constitucional. Se gana una batalla, pero la guerra continúa librándose cada día.
En cualquier caso, ENHORABUENA.