Revista Literatura

Feliz 2012

Publicado el 02 enero 2012 por Gasolinero

El ballet necesita de tutús, cómo la nochevieja de matasuegras; conceptos que van unidos solidariamente. La famosa voz off de un longevo concurso televisivo dice ballet, con elle; por el contrario mi abuela materna decía espantasuegras. Recuerdo las felices últimas noches del año, en mi infancia, que pasábamos en casa de los abuelos maternos. Todo diversión a los ojos de un niño pero que escondía una celebración que podría haber sido filmada por un cineasta danés. Cosas de la vida.

—La nochevieja es el opio del pueblo.

—Si usted lo dice.

Las botellas vacías de anís son instrumentos navideños de percusión. Los almireces también. Los almireces son de bronce, los morteros de barro. Por lo visto es una palabra árabe y las enciclopedias online explican cómo y dónde hay que que golpear con el mango, que se llama mano, para sacar un acompasado sonido. Lo mejor de algunos instrumentos musicales navideños es la preparación. Mi abuelo materno nos tenía todo un día haciendo zambombas. Vamos, una, que tampoco es cuestión de empezar el año exagerando. Metía la pelliza de un conejo en cal viva para curtirla, la secaba a la lumbre y la ataba a un bote de tomate de cinco kilos al que había quitado el culo. Bueno, antes de hacerlo ataba con bramante una pieza hecha de madera (a la que llamaba zapateta) en una cara del cuero y por la otra sujetaba un carrizo, solidariamente unido a la nombrada zapateta. Y ya. El minimalismo asceta y del país de mi pariente dejaba la caña pelada, sin ningún ornato. Se escupía en la mano, como cuando cogía la azada, para sacar el ronco sonido de la cosa.

La preparación para convertir una botella de aguardiente en un instrumento musical de percusión consiste en dar cuenta del contenido. No todas las botellas de anís valen para hacer música. Las de Machaquito, Bombita, Chinchón de la Alcoholera y Las Cadenas no sirven. Las tres primeras por ser completamente lisas y la cuarta, porque a pesar de tener relieve, éste está afinado en una tono  que no resulta musicalmente agradable al oído del hombre. Sin embargo ese son resulta magistral y eficientímo para amaestrar hurones. Los mustélidos domados a ritmo de botella de Las Cadenas no dejan que se les escape ningún conejo.

Los mejores recipientes de anisado para hacer música son La Castellana y El Mono. El esmerilado de las botellas, completamente afinado y en el mismo tono de los más celebrados villancicos y verdiales, parece ser obra de prestigiosos luthiers.

—Alejemos a la pretenciosidad y los pretenciosos, como primer objetivo del nuevo año.

—No es malo ese primer objetivo.

Viendo las evoluciones, ayer por la tarde, de los bailarines en una retransmisión televisiva de ballet, recordé al «Pitorrudo».

Era un matarife, pelado al cepillo y siempre arremangado. Se desplazaba a lomos de un velomotor marca Torrot, en el sillín solo apoyaba el coxis, llevando los molletes al aire. Pertenecía a la peña local de un importante y celebrado equipo madrileño de balompié y cuando se iban a la capital de las españas a ver algún partido en autobús, el hombre sacaba dos billetes.

Lo imaginé dando saltitos y cayendo de puntillas y me estremecí.

También ayer vi por la calle, cuando regresaba de tomar café con mi amigo el Patato, al que dedico esta entrada, a un ex-funcionario municipal susceptible de figurar en futuros relatos. Durante un tiempo fue el encargado del cementerio, era el que vendía los nichos y las sepulturas mas lo hacía con muerto dentro. Pensando, seguramente, que con la proverbial longevidad de los tomelloseros, cuando se descubriese el ardid sería lo suficientemente rico como para vivir en Camberra.

Pero no fue así.

¡¡Feliz Año Nuevo!!

www.youtube.com/watch?v=gEhEwLxvvEk


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