2023 acabó para mí con un ingreso hospitalario y 2024 comenzó con unos días entre idas y venidas de hospital a casa y de casa a hospital. Así que todo lo que había planeado en mis vacaciones se fue a hacer puñetas. Pese a eso, en estos diez días he descubierto que tengo mucha paciencia, que soy bien buena enfermera y que quiero más y mejor de lo que imaginaba.
Leí hace días en el estado de WhatsApp de mi hermano: "Menudo comienzo de año, vaya tela". Analicé sus palabras, las cuales también hice mías, pero después reflexioné y me sentí relajada de un modo que hacía días que no me había sentido. Es lo que tiene reflexionar, que una llega a lógicas conclusiones que, en estados de gran estrés, es incapaz de llegar. La vida es imperfecta. Está llena de palos y telas. Pero también es calma tras la tormenta y buenas noticias que llegan en muchas ocasiones antecedidas de otras malas y viceversa.
La vida te da treguas para después volver a golpearte, es cal y arena, idas y venidas, penas y alegrías, gente que viene y gente que se va, salud y enfermedad, lo que se espera y lo que sorprende, lo que llega y lo que nunca llegará.
Lo que empieza mal, no tiene por qué acabar mal. Es por eso por lo que voy a saludar al 2024 poniendo buena cara al mal tiempo, una sonrisa a la tristeza y valentía al temor.
Le daré una oportunidad y dos y tres y veinte si hace falta. Porque la vida es eso y jamás pensé que no fuera de otro modo.