Imagen: opinion.com.bo
De fiesta en fiesta, en la plurinación, el que no salta es un tristón. Henos aquí, acojonados hasta el empacho, de tanto petardo que no deja dormir y de tanto músico barato. He oído a muchos españoles quejarse a menudo de su país de pandereta. Nosotros, como buenos hijos suyos, somos un país de petardo, bombo y trompeta. Nada hacemos sin atronar el cielo por cualquier motivo. Estamos de festejo, aniversario del departamento de Cochabamba. ¿Qué celebramos?...dos siglos de grito libertario. Dos siglos con la misma cantinela: los conquistadores tienen la culpa de todo. Dos siglos que siguen aquí sus fantasmas. Dos siglos sin librarnos de nuestros prejuicios, de nuestro provincianismo, de nuestra tozudez mezquina.Tres días de desfiles al son de bandas estudiantiles y militares no son suficiente muestra de civismo. Ni portar bandas, banderas y escarapelas con las que las autoridades encabezan los actos cual si fueran misses coronadas. Hasta las palomas de la plaza de armas lucen de celeste cielo (el color de nuestra bandera local). Si el civismo se mostrara día a día, con cada acera limpia, con cada obra sanitaria concluida a tiempo, con cada parque sin descuidar y no solamente un día al año, al que a toda prisa hay que maquillar, porque nos visita el presidente, porque llegan las redes de televisión a filmar todos los rincones de la ciudad.
Celebramos ser los eternos terceros de la república. A la zaga de La Paz y Santa Cruz, siempre tratando de imitar lo que estos departamentos hacen. No somos capaces ni de generar un solo programa de televisión de alcance nacional. Nos gusta ser locales, querendones de nuestros músicos de salón barato y de nuestra comida. Barriga llena, corazón contento, con música típica más abundante que la chicha. Así nos va, como el Wilstermann y el Aurora, rozando la dicha, saboreando el descenso.
No debería ser así, demográficamente estamos casi empatados con los cruceños y paceños. Así que teóricamente, poseemos la misma cantidad de gente capaz, visionaria y pujante, no obstante, en número de artistas folclóricos y cocineros les llevamos la delantera. En recursos naturales, tampoco tenemos nada que envidiar, las condiciones están dadas para competir con las otras regiones. Y tenemos todos los pisos ecológicos para recuperar el otrora título merecido de “granero de Bolivia”. Y sin embargo, de acuerdo a los analistas, nuestro departamento está en el quinto lugar en cuanto a crecimiento económico, que es lo mismo que quedar estancados.
Cochabamba tiene el valle más extenso del país y el clima propicio para la agricultura a gran escala. A pesar de ello, nos vemos obligados a importar gran parte de granos, frutas y hortalizas de otros valles y hasta del altiplano. Es verdad que el gran problema es la falta de agua. Pero la ineptitud y las eternas promesas de las autoridades de turno impiden alcanzar el mayor anhelo de los cochabambinos: el proyecto múltiple Misicuni. Cuatro décadas de soñar y de morirnos de sed. Estamos avanzando dicen, al ritmo que van, da la impresión de que se construye a golpe de pico y pala. Apenas se ha concluido el túnel de trasvase de la cordillera y habrá que esperar otra década para ver levantada la represa. Mientras tanto, la incredulidad cunde en boca del ciudadano, tomándoselo con algo de humor: el Proyecto Asicuni (“me río”, en lengua quechua).
Todos hablan de que no hay suficiente financiamiento. Pero por una de esa bromas crueles del absurdo, el presidente Evo Morales trajo como regalo para la región, el contrato para la construcción de una fábrica de urea y amoníaco que será emplazada en pleno trópico del Chapare con una inversión de 800 millones de dólares. ¿Y dónde estaban las autoridades locales para aconsejar al presidente sobre nuestras prioridades, en vez de tenderle sumisamente la alfombra sin rechistar?...Ni una sola voz discordante, todos aplaudieron la magnanimidad del mandatario durante la sesión de honor, como aplaudimos en su momento la compra del avión presidencial y del satélite. Nos apuntamos a la carrera espacial y no somos capaces de resolver la desnutrición infantil. Por supuesto que queremos industrialización, pero previamente deberíamos partir de lo más urgente. Y cuando la fábrica vomite los fertilizantes, ¿qué tierra vamos a abonar sin tener con qué regarla? Tal parece que nos gusta todo al revés. La casa por el tejado.
Felices cochabambinos, felices de nuestro atraso, nos apuntamos con felicidad y buena onda a las verbenas y serenatas de estos días. Nunca nos oponemos al jolgorio aunque se despilfarren nuestros recursos. Sólo el programa de festejos costó a las arcas municipales más de cien mil dólares. De ellos, la mitad se llevó el caché de un músico internacional como Dyango. Y el alcalde, muy orondo hasta se lamentaba de que le hubiera gustado traer a un artista de mayor costo y actualidad. “Para el año siguiente estoy pensando traer a Ricardo Montaner” dijo relamiéndose en su cinismo. Por si no bastara, tuvo hasta el desparpajo de lucirse a dúo con el artista español en pleno concierto ante miles de entusiastas. Hasta las butacas vibraron con el dúo Dyango y Cholango (el nombre es cosecha del propio alcalde).
En verdad, feliz estoy que con lo que pago por mi tasa de alumbrado público, recojo de basura y uso de alcantarillado se vaya a financiar fiestas masivas a tenor de festejos cívicos. Si viera una ciudad limpia y ordenada nada tendría que objetar. Pero resulta que en pleno centro de la ciudad, como mejor muestra, hace meses que no se termina de cambiar las tuberías de alcantarillado y en ciertas calles no se ha vuelto a pavimentar después de efectuar los trabajos. Los vehículos tienen que extremar precauciones para esquivar los baches de las zanjas mal tapadas. No son días, son meses de total abandono. Y en el colmo de la ineficiencia, he visto abrir zanjas en vías que apenas tenían unas semanas de asfalto nuevo.
Y si esos fondos de la serenata a Cochabamba, se hubieran empleado para la refacción de la catedral metropolitana, siendo patrimonio histórico y reclamo turístico. Si los parques no estuvieran tan descuidados. Si los contenedores de basura no estuvieran tan destartalados y repugnantes por los desechos que rebosan. Y si otras actividades que faltan por hacer. Antes que desviar la mirada rumbo al estadio a cantar esos versos como el del título de esta crónica, inspiración de nuestro alcalde, otrora artista del folclore. Quién iba a pensar que había sido más artista de la política.