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Los 'guiris', no sé si perdidos o en pleno meollo aposta, miran alucinados a todas partes y trastabillan los unos con los otros mientras parecen preguntarse con cierta vergüenza si se compran, también, una rosa.
Los autores firman hasta la extenuación. Un día de gloria no le hace daño a nadie. Y en el metro, las rosas rojas sobresalen entre la aglomeración de cabezas.
Me encanta. Aunque caminar, con prisas, es difícil. Y como cada año me parece increíble que Sant Jordi no sea festivo. Que tengas que ver con envidia como los turistas y jubilados pasean a primera hora mientras los libreros aún colocan pilas de libros para hacer su particular agosto. Que hayas de correr a medio día a pegarte por una rosa para esa persona especial. Que salgas escopeteado a las siete, si es que puedes, para ir a ver libros y comprar rosas con pena de no poder detenerte mucho a ojear y comparar precios y saborear el bus te porque ya se acaba el día. Lástima. Aún así, es un bonito día.
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