El año se agota y con él se agotan las fuerzas, los anhelos echados a volar en el éter de la imaginación al comenzar el año que ahora muere; se agotan las esperanzas de forjar en realidad los deseos dibujados en el alma al sentir el mosto de la uva número doce.
Los años pasados pocas veces son recordados por lo que nos dieron y sí por lo que nos quitaron. El año que finaliza no será distinto. Este año no se portó bien contigo, en realidad con nadie. No es justo. Nunca lo es. Por mucho que nos empeñemos en domarlo, nos sentimos vencidos, por que fue duro, implacable, severo y áspero. ¿Qué esperabas? No fue diferente de lo que es la vida en sí.
Pero fíjate, a pesar de lo que has pasado, aunque nos deje un sabor agridulce, no has perdido. Has conseguido algo importante, algo que este año difunto no puede hacer: continuar luchando. Estás aquí para no rendirte, para enjugarte la rabia y la frustración y jurarte que no van a poder contigo, y caminar hacia adelante, siempre hacia adelante.
Empieza otro año y va a ser tu año, porque no te has rendido nunca. Porque has vencido a todos los años anteriores y no te borrarán jamás la esperanza del corazón y la fuerza de la mirada.
Vas a empezar un año nuevo y tienes que escribir una lista de propósitos. Haz una lista en la que sólo haya un propósito, sólo una palabra que simboliza todos tus objetivos: TÚ.
Feliz Vida Nueva