La vida es esa piedra con la que tropiezas mil veces, y procuras no pisar la próxima vez que vuelvas a salir a andar. La causa del escozor posterior de tu rodilla, manos o boca y el alcohol para el llanto. Cuanto menos entrenes, más te caerás. Lo único que pretendo decir es que cuánto más inocentes y vulnerables seamos (más de lo que esta raza humana pueda llegar a ser) peor te tratarán; ya que, cuántos más favores y ayudas hagas, más putadas vas a recibir. Sinceramente, nunca lo llegué a entender bien por qué es así.
Confiar en quienes te ofrecen una falsa bonita sonrisa y te la clavan por detrás, aprovechando tu ausencia. Y sin malas intenciones, vuelves a caer rendido a sus pies hasta que te convences de que ellos no te convienen. Ahora supongamos estar en un desierto sin agua y justo ahora, tienes muchísima sed; la vida es esa falta de agua que sientes y el agua es aquello que ves sin ser real, volviéndote loco pero siendo a su vez consciente de ello. Esa amistad que pretendes entablar con ella, cuando ésta misma se gira y te da la espalda por no volver a saber más de ti.
Refugiarte en tu mayor miedo, y hasta el dolor se compadece de tus penas. Pero, bueno, nunca estaremos igual de felices ni de contentos y siempre tiene que haber altibajos para saber cómo de buenos son los mejores momentos que vivimos. Así lo único que falta sería esperar porque cada cosa llega a su tiempo, y después de la tormenta llega la calma. Y si no es así, nos quedará el silencio. Aunque tenga que vivir en la más absoluta soledad, aún así, esperaré lo que haga falta porque sé que detrás de ésta es donde se encuentra mi esperanza, y dicen que ésta misma es la última que se pierde.