Revista Diario

Feriantes y bodas

Publicado el 29 noviembre 2011 por Karmenjt

Este sábado un amigo daba una charla invitado por una agencia de viajes en un stand de Feria Valencia. Ha estado dando la vuelta al mundo y durante 464 días ha visitado 25 países. Ha cumplido parte de su sueño, todavía le faltan muchos por cumplir, tantos como los lugares que le quedan por recorrer. Quizás por eso, porque era un sueño cumplido transmitía con tanta pasión la belleza de los sitios que había visitado, paisajes de nombre impronunciable y exótico. Al escucharlo daban ganas de coger un avión para poder contemplar los templos de Bagan al atardecer o nadar en la paradisíaca playa de Maya Bai.

El caso es que la charla sobre viajes se debía a la temática de la Feria, cuyo nombre era Fiesta y Boda, y yo no me podía imaginar nada más alejado de la manera de viajar de Javi, mochilero y aventurero, que un viaje de Luna de Miel, donde te suelen vender una idílica estancia en un supercomplejo hotelero situado en primera línea de una playa de arena blanca del que prácticamente no sales mientras haces uso de la pulsera Todo Incluido.

El caso es que aunque a mí me horrorizan las bodas, no pude evitar dar una vuelta para ver que es lo que iban buscando esas parejas que paseaban por allí con dossiers de información bajo el brazo.

Ganaban los stand dedicados a trajes de novia, seguidos de los que vendían los reportajes fotográficos, también había todo tipo de ofertas de restauración y catering, junto con los de organización de eventos, con unas decoraciones de mesas que ya las habría querido Tim Barton para alguna de sus películas más góticas. Al lado teníamos una orquesta de cámara intentando que su Aleluya de Haendel sonara por encima de la música de Beyoncé que atronaba desde un pase de trajes de novia en un stand cercano, mientras en otro, la orquesta Kalifornia se autopromocionaba con éxitos musicales de ayer y de hoy. Había momentos en que el nivel de decibelios era parecido al de una Feria de Atracciones, donde todos los puestos compiten entre si para atraer visitantes.

Pero lo mejor estaba al fondo, donde se situaban las empresas de alquiler de automóviles. Desde un Buick clásico de 1905 a una limusina Hammer que solo podría circular por las cinco grandes avenidas de la ciudad, pasando por un autobús discoteca para despedidas de solter@ con gogo incluida, era todo lujo y exceso.  

Y yo viendo a esas parejas ilusionadas (más ellas que ellos para que nos vamos a engañar) paseando entre tanta flor, gasa y música de violines, no podía dejar de pensar que algunos de ello no llegarían a amortizar tanta pompa y circunstancia.

Lo único que me pareció original de toda la feria fueron tres furgonetas clásicas Volskwagen que estaban aparcadas junto a los coches clásicos. Estaban decoradas por dentro y por fuera, una con estilo vintage, otra en plan hippy flower power y la última parecía recién llegada de una playa californiana. Eran totales, aunque no creo que tuvieran mucho éxito como coche para los novios.

Yo me quedo con la surfera, pero sin boda.

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