He estado esperando el desenlace de una situación para estar en paz. He temido que no sea el que quisiera. He pensado que bueno o malo, lo mejor es que termine de pasar lo que vaya a pasar, y luego el miedo me ha hecho desear suspender el tiempo. Demasiados días, el tema ocupó todo el espacio mental que encontró.
Pero este sábado decidí poner fin a esta manera de vivir la situación; eso está en mis manos -lo que vaya a pasar, no-. Quiero dejar estar a la vida. Aunque sinceramente pongo todo en manos de Dios, esta necesidad de que "algo" ocurra para entonces estar en paz, me revela falta de confianza en esas manos; así que espabilo.
Recuerdo los años en que la tesis inconclusa era una especie de tapón que me impedía emprender. No es que fuera a pasar algo específico cuando la terminara, pero debía terminarla para poder pensar en otra cosa; luego llegó el trámite para el título, así que pase de un "hasta que la termine" a un "hasta que me titule". No han faltado otros "hasta que": hasta dejar el trabajo, por ejemplo. Es un modo tonto de desperdiciar vitalidad, de no estar "aquí y ahora".
Silvia Parque