...Five Easy Pieces, cuyo título algún traductor no exento de humor tradujo por Mi vida es mi vida, es una de esas películas extrañas que se quedan instaladas en la memoria del espectador. El protagonista es Robert Eroica Dupea, interpretado por Jack Nicholson, un personaje que aparenta llevar una vida de lo más prosaico, empalmando curros alimenticios, uno tras otro, sin saber muy bien qué va a ser de su vida. Bob es rudo, mujeriego, bebedor, jugador, vitriólico si se lo propone... trata a patadas a su novia, Rayette, una mujer tan bonita y buena persona como estúpida y aburrida y a la que además ha dejado embarazada. Y sin embargo el espectador intuye que la personalidad de Robert, un pianista talentoso pero frustrado cuyo nombre hace referencia a la sinfonia nº 3 de Beethoven, la Eroica, esconde algo que es mucho más interesante de lo que aparenta o pretende aparentar. Uno de esos tipos de personalidad compleja y atormentada que se pasan la vida huyendo de sí mismos, que han convertido su existencia en una perpetua road movie en su intento por desaparecer entre la masa.
Solo hacia el final de la película, cuando Robert vuelve al hogar familiar, una casa instalada en una isla, para ver a su padre enfermo y se reencuentra con su familia, de clase alta y dedicada a la música clásica, podemos comprender algo sobre su personalidad y las razones de su huida. Ese trayecto se convierte en un regreso al pasado. Especial mención al encuentro con el padre, con el que ya apenas es posible la comunicación, y eso suponiendo que alguna vez fuera posible tal comunicación; probablemente ahí radica parte del problema. No menos importante es el personaje de Catherine, la mujer de su hermano, con la que mantiene un breve pero intenso affaire que le hace replantearse su relación con los demás y reflexionar sobre su incapacidad de amar. Memorable también, por su ambigüedad, es el final de Five Easy Pieces...