Revista Literatura

Flamenco (I)

Publicado el 02 diciembre 2011 por Gasolinero

Acabaron cantando flamenco en un casa de campo de la carretera de Alcázar a las tres de la mañana. Olía a lumbre de sarmientos y a vino recocido en las tripas.

Algún defecto moral,
toítas las personas que tienen,
algún defecto moral,
por consejos que le den
nunca lo convencerás
y siempre será quien es.

Carajillo guisó unas gachas con la harina medio cruda y poco aceite, que al final salieron blandas. Le oían los pies a muerto, llevaba unas alpargatas de lona puestas a chancla. Si no hubiera sido por la chispa que tenían, se las había comido su padre. El orejas se fijó en las espinacas que tenía el tipo en los talones, se conoce que no quería que le encogiesen los pies, o que le habían dado una orden de alejamiento del agua bajo pena de cadena perpetua. Aquello daba asco: una noche de julio haciendo gachas en una casa de las viñas, todos borrachos, sin lavar y con una lumbre que para sí hubiese querido Pedro Botero, después de un día de trabajo. Uno, el más enterado y que lucía un cuerpo tonel, preguntó a la concurrencia:

—¿A qué no queréis que nos vayamos a Cazorla? Mis vendimiadores son de allí y me aprecian mucho.

Cómo no estaban lo suficientemente borrachos nadie dijo nada, se comieron las gachas blandas, mentándole a Carajillo la estirpe y se bebieron otra media arroba de vino, caliente.

Y en la Isla yo nací,
yo me crié al pie de una fragua,
y en la Isla yo nací,
mi mare se llama Juana
y mi pare era Luis
y hacía alcayatitas gitanas.

Se fueron al pueblo los cinco, a las cinco, a tomar café a alguno de los bares del mercado que ya estarían abiertos. En la calle del Campo había aparcado un R-5 naranja.

—¡Chócale a ese coche, que es de Manolito «Yoyo», un tripudo!

El conductor estrelló el auto contra el del forastero, metiéndole el paragolpes trasero hasta el salpicadero. De pronto un tipo sale de entre las sombras y salta sobre el parachoques delantero del suyo, gritando una larguísima y bronca a, arrancándolo de cuajo. El conductor se baja con intención de partirle el alma al saltarín, pero ambos se conocen y se abrazan.

—¡¡Venga!! Todos a tomar café y copa al Piyayo.

Las dos cuadrillas hermanadas se metieron en las calles de mercado y pasaron al bar que estaba lleno de madrugadores oliendo a Varon Dandy.

Aquel calé retostao
por tos los soles y viento
que pa mantener a su gente
no daba descanso al cuerpo.

Toñín, Andresito y el Yoyo, cabreado pues le habían dejado el auto siniestro total, se unieron a la juerga. Menudas piezas.

Toñín nació ya calvo y cojo. Tenía frenillo, a Andresito le decía Andgesito. Cuando vivió en Madrid se fue de fulanas y al acabar la faena le pidió dinero a la etaria, amenazándole con denunciarla pues era menor de edad, como así comprobó la mujer en el carnet de identidad.

Adresito lo metieron una vez preso porque intento zurrarle la badana en un bar de copas a una novia que tuvo. Cuando fue la policía a detenerlo, una pareja de municipales cincuentones, les pidió el habeas corpus.

—¡No me jodas Andrés! —le dijo el cabo— Yo si quieres te doy un ducados, pero a mi droga no me pidas.

Mare, se ha muerto el Piyayo,
aquel gitano reviejo,
de pelo blanco y rizao
como vellón de cordero.

(Todas por lo bajini)

www.youtube.com/watch?v=vDZ81CKgcNY


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