En el bar destaca un medio skin vestido de negro y con patillas de puño de pistola, también de vigilia, se movía nervioso. Quiso unirse al grupo, pero no lo dejaron. Cuando intentó llegar lo empujaron a los otros parroquianos, que se lo fueron quitando de encima; fue pasando de grupo en grupo hasta el final de la barra cómo el falso skinhead. Digo, la falsa moneda.
—Sólo nos faltaba un oledor de disolución. —dijo el del cuerpo de tonel.
Han puesto en balanza
dos corazones a un tiempo
están puestos en balanza
uno pidiendo justicia
y otro pidiendo venganza
Andresito dijo que invitaba a almorzar en Argamasilla. Se fueron de la taberna sin pagar. El Piyayo salió tras ellos blandiendo un garrote, gritando improperios y mentándoles la madre. El grupo se volvió hacia él. El patrón se paró en seco, bajando la garrota.
—Entonces ¿A quien le apunto esto? —dijo
En el coche y medio se fueron al pueblo de al lado. Pararon en un bar de la entrada que tenía la estatua de un cazador en la puerta. Estaba más bajo que el nivel de la calle. Andresito pidió huevos revueltos, para una boda dijo. Y vino. El revoltillo que les pusieron estaba a medias de cuajar, pero se lo comieron. Tuvieron que hacer cola para echar los redaños en una letrina infecta. Toñín no llegó a tiempo. Los tripudos miraban con el semblante serio y el bigote hirsuto. Un viejo extendió serrín sobre aquello y siguió la juerga. Café y copas. Cuando llevaban media docena de coñacs, el del cuerpo de tonel preguntó:
—¿A qué no queréis que nos vayamos a Cazorla? Mis vendimiadores son de allí y me aprecian mucho.
Andresito, Toñín, el orejas y uno que no sabían quien era y que no hablaba dijeron que sí.
yo pegue un tiro al aire
cayó en la arena
confianza en el hombre
nunca la tengas
En Santa Cruz de Mudela pararon para tomar algo y espabilarse. Cruzaron Despeñaperros aun sin ninguna posibilidad de hacerlo, parecía que la muerte, como en aquellas películas en blanco y negro, hubiese cogido vacaciones.
—He aquí el tinglado de la antigua farsa, —se arranco el orejas en Santa Elena— la que alivió en posadas aldeanas el cansancio de los trajinantes, la que embobó en las plazas de humildes lugares a los simples villanos, la que juntó en ciudades populosas a los más variados concursos, como en París sobre el Puente Nuevo, cuando Tabarín desde su tablado…
—¡¡Vamos anda!! —dijo Andresito y dirigiéndose a su amigo el calvo— ¡Toñín, hazte un porro!
—Ahora mismo, Andgesito.
se que te llamas María
por apellido Rosa
vale más tu dulce nombre
que el Pilar de Zaragoza
Llegaron a la aldea a con el sol puesto. Hubieron de ir a buscar a los vendimiadores de el del cuerpo de tonel a una venta que tenían en la carretera que atravesaba el parque natural. El recibimiento fue poco alegre, se conoce que no le hizo mucha gracia la improvisada visita. Dos tipos altos con ropa militar y escopetas al hombro y una vieja detrás del mostrador con mirada asesina. Los venteros hicieron de tripas corazón y sacaron de beber a los manchegos. El del cuerpo de tonel haciéndose el amo el la casa, comenzó a cortar de un pernil que estaba colocado en un jamonero sobre la barra. En lonchas finas.
—Corta el jamón a tacos, Pepe. —dijo uno de los furtivos.
—El jamón se corta a chullas. Cuanto más finas mejor. —dijo el de cuerpo de tonel.
—En mi casa se corta a tacos. —dijo el montaraz, arrugando el ceño.
—Aquí no sabéis comer pernil, te digo yo que se sirve en lonchitas. —dijo el manchego con petulancia.
El andaluz con un rápido movimiento le puso los cañones de la escopeta en el pecho y a la vez que amartillaba los perrillos, dijo con voz serena, pausada y clara:
—Te he dicho que en mi casa el jamón se corta en tacos.
El del cuerpo de tonel tras una pausa valorativa y una vez que pasaron por su cara todos los colores del espectro, dijo:
—Llevas razón, a tacos está el jamón más jugoso.
Y se puso a partirlo de esa guisa.
Que con la luz del cigarro
yo vi el molino
se me apagó el cigarro
perdí el camino