Inicio hoy una categoría nueva, MUNDO FLEMING, en la que pretendo ir recopilando vivencias singulares o anecdotarios de algunos autores de los libros publicados en la editorial que lleva el apellido de el científico, del médico escocés que gracias a su intuición y capacidad de observación pero también al desorden imperante en su laboratorio y a una afortunada casualidad descubrió la penicilina en 1928. Se reconocieron sus méritos en 1945 con el premio Nobel de Medicina. Falleció en 1955, el mismo año en que desapareció Albert Einstein y nací yo.
El microbiólogo del hospital londinense St. Mary fue miembro del Chelsea Arts Club, tampoco ajeno al arte el doctor Alexander Fleming.
Le pregunto a Juan Re Crivello, creador de Editorial Fleming:
-¿Por qué elegiste ese apellido?
Su respuesta:
-Por algo muy pedestre. Cuando fundé la otra Fleming, la academia de inglés, informática, refuerzo, selectividad y etcétera, me preguntó el notario qué nombre le ponía. Como la notaría en Villanueva y Geltrú se hallaba en una esquina formada por las calles Recreo y Fleming, respondí: Fleming. Ese apellido, además, es sinónimo de suerte y muy fresco y limpio al pronunciarlo.
EDITORIAL FLEMING tiene su sede en Villanueva y Geltrú, cerca de Barcelona, y cuenta en la actualidad con ocho socios -dos escritoras y seis escritores- residentes en varias ciudades españolas y en Texas. La editorial ha convocado recientemente el Premio Masticadores de Letras de relatos cortos con la firme voluntad de que a este primer concurso lo sigan otros en años venideros.
Se necesita un amor quijotesco por las letras para abrir una editorial en estos tiempos de tan feroz competencia y más desalmados que nunca, de paz en guerra, al borde de lo efímero cada día. Que la ventura os acompañe, Juan; es decir, que no sean muy grandes vuestras pérdidas económicas, sin duda aliviadas por ese afán creativo que no deja de sorprenderme por más que aquí esté yo igualmente creando con el incesante afán vuestro, palabra tras palabra en busca de personas lectoras.
INFORMACIÓN AL MARGEN (Y PRESCINDIBLE ADEMÁS):
El 1 de enero del año en curso se celebró en la secretaría de este blog una reunión de urgencia a petición de mi secretario primero, Rogelio el ciego a tiempo parcial. En su opinión, no debía transcurrir ni un día más sin efectuar una votación sobre la independencia, digo sobre la correcta distribución (en qué estaría pensando yo ahora mismo) de cargos directivos de este hogar electrónico con sede entre dos mundos. Es decir, sin decirlo pretendía el invidente ocasional ocupar mi puesto y todos mis privilegios inmediatamente. Teófilo Marqués, presunto graduado en Bellas Artes y secretario segundo, le recordó, juicioso, lo que ya le recordó en cierta ocasión: ¿qué sería de ellos sin mí? En vano se lo recordó. Por su parte, Blanca la de los idilios, secretaria primera, exclamó lo que suele airear: "¡Que os den!". Y la secretaria segunda, Irina la políglota, algo alegó no sé si en apoyo del invidente desconcertante o en mi apoyo: en camisón corto y descalza, confieso que no presté atención a sus palabras. No obstante, se me ocurrió lo evidente y así lo expresé con aplomo: "O votamos todos o todo se queda como está; vamos, hombre, lo que nos faltaba, que cinco personas ninguneásemos la voz de otras seiscientas sesenta y seis personas". Miró el ciego hacia mí: "¿De qué hablas, chiflado?". Se lo expliqué y luego le exigí una disculpa. No se disculpó el muy canalla, pero hubo de resignarse. De modo que hasta que yo consiga reunir a todos y cada uno de mis personajes masculinos y femeninos de todos y cada uno de mis relatos y puedan introducir su voto en las diversas ollas a presión de las que Blanca dispone para cocinar y alimentarnos todo seguirá como hasta ahora: el jefe, yo.