Comúnmente, Flora es conocida como la diosa romana de los jardines y las flores. Estas advocaciones hacen que sea considerada una diosa menor; sin embargo, su caso es un ejemplo más de la degradación progresiva de lo femenino que ha llevado y lleva a cabo el sistema patriarcal.
En origen, Flora era una diosa de la fertilidad y, como tal, tenía consagrada la primavera. Eternamente joven, Flora protegía la renovación de la vida a través de su poder sobre la fecundidad de la vegetación, pero también de las mujeres, pues su culto estaba asociado a antiguos rituales de origen sexual. El jardín de Flora, siempre abundante, representa además la diversidad presente en la Naturaleza.
Flora protagoniza también uno de los mitos relacionados con la comaternidad, no tan escasos como se cree. Se cuenta que Juno, esposa de Júpiter, deseaba tener un hijo sin la participación de su marido, pues este había engendrado a Minerva sin contar con ella. Para conseguirlo, pidió ayuda a Flora, quien, cortando una flor de su jardín y tocando con ella el vientre de Juno, logró que esta quedara embarazada. Así fue como ambas engendraron al dios Marte.
Aunque este dios suele asociarse a la guerra, los ritos más antiguos lo vinculan, sin embargo, a la fertilidad y la vegetación: no en vano, marzo, el mes dedicado a Marte, trae siempre las primeras flores de la primavera. Durante este mes, además, se celebraban las Matronalia, unas fiestas dedicadas a la maternidad y a las mujeres, donde se hacían ofrendas a Juno, protectora de los partos. Las Matronalia tenían lugar el 1 de marzo, fecha de nacimiento del dios Marte.
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