Fluir, con 92 años

Publicado el 09 julio 2013 por Conchabarbero

Acabo de encontrarme en un comercio con una mujer de 92 años, que nadie diría que tiene más de 75. Son los que la he calculado, antes de que ella me los confesara. Unos amigos comunes me han dicho quién era, porque apenas la conocía de oídas y por sus iniciales en un par de cuadros.
En el salón de la casa de mis padres están colgados esos dos cuadros suyos, desde que se casaron. Es una pintora conocida, pero no es preciso dar su nombre, porque nos hemos comunicado de esencia a esencia. Los cuadros son preciosos, retratan paisajes de los pinares de nuestro pueblo (ella veranea en él, de toda la vida). Mi padre construyó su chalet en una zona rodeada de naturaleza, la que tan bien queda reflejada en su pintura, en esas obras de arte que me embelesaban desde pequeña.
Hemos hablado sobre varios temas, pero la conversación desembocaba siempre en lo que tenemos en común: la pasión por "nuestro tesoro", la expresión de lo que nos dicta el alma, a través de los pinceles o de las palabras; no importa el vehículo. El brillo de sus ojos (que es lo que puedo percibir) denotaba que eso es, sin duda, una parte fundamental de lo que mantiene nuestro entusiasmo por la vida.
"¿Cómo puede alguien aburrirse? me decía... "Con todo lo que tenemos que sacar de dentro, con tanto por disfrutar".
El best seller Fluir, de Mihaly Csikszentmihaly, que recomiendo (el nombre del autor podéis llevarlo anotado, jejeje)  describe perfectamente ese proceso de involucrarse en algo que te colma y que te lleva, sin buscarlo, a encontrar la felicidad.
A lo largo de nuestra charla, me recordaba a Ana María Matute (tiene un parecido físicamente, incluso) cuando dijo esta frase en una entrevista con motivo de su Premio Cervantes:
"Nunca me aburo. No he perdido jamás la capacidad de asombrarme".
O esta otra:
"He contribuido en algo a que la gente se sienta, no sé si mejor, pero que se sienta".
He quedado para tomar un café un día de éstos con ella. Me encantará hacerlo. "¡Hace un café exquisito!", apostilla nuestra amiga en común... ¡Lo que faltaba! concluyo 

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